BCCCAP00000000000000000001737
fieles. Sin dificultad atrajeron a numerosos fieles. El gobernador civil de Navarra se vio obligado por noviembre de 1888 a cerrarla por algún tiempo por existir algún foco de viruela; era una medida precautoria por ser la iglesia «lugar a donde tanto fiel acude todos los días». Desde la iglesia intensificaron los religiosos la vida sacramental, fundando en ella numerosas asociaciones y obras; desde el convento desencadenaron pau- latinamente una gran acción de evangelización, sin olvidar la prestación personal en las calamidades públicas, por ejemplo la mortífera gripe de 1918. La iglesia de extramuros fue durante los primeros decenios del siglo de fisonomía sacramentalista. El cronista no es amigo de estadísticas hasta la década de 1950, sin embargo viven todavía testigos del ministerio penitencial de dicha iglesia. Eran fieles llegados no sólo de los barrios vecinos, sino de la ciudad; se aireaban paseando por la vuelta de capuchinos y a la vez oxigenaban el espíritu, recibiendo el perdón y la absolución. Eran también fieles de los pueblos de la cuenca o de los valles de Ulzama y Ezcabarte, testigos del alba ante la iglesia todavía no abierta por el hermano sacristán. En cambio el horario de misas era muy reducido; hasta tiempos muy recientes, dos por la mañana a hora muy temprana para la comunidad; y una, la primera, la del silencio, para los más madrugadores, mientras los religiosos meditaban en el coro. El ministerio del confeso- nario ha perdurado muy intenso hasta hace bien pocos años. los de la evolución religiosa postconciliar; en cambio, el horario de las misas y la participación en las mismas ha sufrido un giro impensable, debido a la apertura del movimiento litúrgico ini- ciado en la década de 1950 y en el que los religiosos entraron con decisión. Desde estas fechas es muy fácil seguir año tras año la estadística de las misas, comuniones repartidas al pue- blo, solemnidades culturales, etc. La crónica pone muy de relieve la intensificación del culto durante la guerra civil de 1936-9, como manifestación de retaguardia para acompañar la gesta que vivían los soldados en las trincheras y en los diversos frentes de batalla. A la sacramentalización iba unida la pastoral de la devoción popular, que ha tenido algunas manifestaciones dignas de mención. Así la celebración de las Cuarenta Horas para adoración del Santísimo, que se abría el último viernes de septiembre, continuaba el sábado y se terminaba con la proce- sión del domingo por la tarde. Durante decenios fue conside- rado como un acontecimiento de la zona comarcana a Pam- plona, sobre todo, la vigilia del sábado al domingo. Los religio- sos tenían iluminadas las ventanas de la fachada sur y del poniente, como respuesta a las luces que cada noche llegaban desde la ciudad hasta el cenobio. A continuación de este acon- tecimiento religioso digno de estudio, pondríamos la celebra- ción del Vía Crucis a las tres de la tarde de los viernes de Cuaresma. Los fieles se dolían y padecían con el Señor en su vía dolorosa, mientras oían los cantos penitenciales de la numerosa comunidad religiosa asociada a un rito de tanta hondura. Con tono muy distinto, por lo festivo, celebraba el convento el misterio de la navidad, siendo constante desde principio de siglo la escenificación del «nacimiento» No se necesita recurrir a la crónica escrita, ya que perdura vivo en el recuerdo de personas que no han entrado en la tercera edad y que pueden dar testimonio de este hecho religioso, cultivado en el distante convento de capuchinos. Y junto a los sacramentos y la piedad popular, las asociacio- nes religiosas. Durante algunos decenios fue atendida con pri- macía la Orden tercera y la sección juvenil de cordígeros, que luego analizaremos. Los religiosos atendieron siempre también a la sección de catecismo, en la que sobresalieron hombres a
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz