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pero era indispensable para la vida de los religiosos. Sólo así ha sido posible en nuestros. días con fecha 4 de febrero de 1959 registrar debidamente dicha finca ante el juzgado especial so- bre inscripción en el registro de propiedad de los bienes ecle- siásticos. RESTAURACION (1879-1907) La superación de la exclaustración llegó para el convento de extramuros en 1879, hace ahora un siglo. La historia de esta restauración es extensa y tiene muchos aspectos viscerales: la reagrupación humana de los supervivientes, la habilitación del inmueble, la nueva visión religiosa en una sociedad zarandeada por la revolución liberal, la estructura jurídica del convento dentro de las tensiones internas de la orden que llegan hasta 1907 y aún más lejos. Demasiada materia para tratarla aquí, como no sea por vía de síntesis muy somera. Resultaba dificultosa la reagrupación física de los religiosos, que servían beneficios eclesiásticos en diversas diócesis espa- ñolas, vivían en improvisados conventos extranjeros o se halla- ban en lejanas tierras de ultramar. Hacia 1867 podían sobrevivir todavía unos 70 clérigos y 16 no clérigos. Algunos percibían modestas pensiones del estado. Pero creemos que resultaba más dificultosa todavía la unificación de los espíritus, no obs- tante que en general latía en ellos el fervor religioso capuchino. Se notaba profunda discrepancia al someter a análisis la vida religiosa, la observancia regular, el concepto de minoridad, austeridad y retiro, la organización de los estudios y el ministe- rio apostólico. Parece que no se vislumbraba el equilibrio entre idealismo y humanismo, entre tradición y acomodación a una sociedad muy transformada. De hecho, la forma de vida inau- gurada en Pamplona por los restauradores, no gustó a algunos, que rehusaron incorporarse; aunque fueron los menos, y quizá. resentidos contra quienes llevaban las riendas de las restaura- ciones. La vuelta al cenobio fue anunciada en un sencillo carte! para el 1-2 de agosto de 1879; en él aparecía el nombre egregio del P. Esteban de Adoáin, orador en el acontecimiento. Era urgente preparar el inmueble, liberarlo de algunas fami- lias de inquilinos que habían entrado en el mismo y acomodarlo para morada religiosa, desde la iglesia hasta las dependencias más urgentes. El Patronato de Amasa ayudó lo que pudo a esta obra, pero fueron los religiosos quienes tuvieron que acudir a los bienhechores y trabajar con el sudor de su frente para preparar la casa. Fue una bendición que fuera síndico del convento don B. Artola, que fue adelantando de su bolsillo y sin intereses el dinero preciso: en total, 252.060 reales vellón o 63.015 ptas., si bien es cierto que el Patronato le firmó una hipoteca sobre toda la finca: solares del convento y ambas huertas. Lo que quiere decir que el Patronato figuró siempre como restaurador del inmueble. Hallamos otras personas muy beneméritas, como el maestro de obras de la catedral que realizó una excelente obra de carpintería en la iglesia a precio muy moderado, así como otros albañiles y artesanos. Ahora bien fueron los Padres Estanislao de Reus, Pedro de Viana, Sebastián de Vera, Angel de Olejua (desde Bayona), Camilo de Cirauqui y Santos de Iruñuela quienes aportaron por medio de la limosna cantidades muy elevadas: tenemos contados 219.000 pa

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