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siglo pasado fue un huracán arrasador. En todo caso, no se piense en un equipamiento refinado, ya que se trataba de una manufacturación elemental para la tela de los hábitos religiosos, y no para otra clase de telas. Desde esta pelairía se distribuía la estameña a todos los conventos de la provincia religiosa asi como el tosco cordón que ceñiria la cintura de los frailes. Con ello se aseguraba la uniformidad en la figura externa del capu- chino, la austeridad y la promoción social de muchachos que no necesariamente eran destinados al claustro. Dentro de cierta estrechez, tenían cocina, comedor, dormitorio y clase propios. VIDA RELIGIOSA EN EL CENOBIO La arqueología del inmueble interesa siempre al analizar una institución. Sin embargo, aquí le prestamos sólo un interés relativo, ya que el centro de atención son el hombre, el religioso y la fraternidad franciscana que se instaló en este hermoso paraje. Desde la ciudad fue aceptado el convento como un centinela espiritual en lejanía para velar por el bienestar espiri- tual de la misma. Los religiosos se presentaban con todo el empuje de la reforma católica; se regían por una legislación puesta al día por el concilio de Trento, pero que resultaba pura corteza para contener la vivencia franciscana desencadenada en las Marcas por aquellos hombres dispuestos a vivir el santo evangelio al estilo de San Francisco de Asís y de sus primeros compañeros del siglo XIll. Mantenían muy elevado el ideal de hermanos menores, dedicados al servicio de sus hermanos los hombres. No es retórica. Aquellos hombres ensayaron en el convento fundado por Amasa una vida muy radical en la frater- nidad y en la minoridad, en la vivencia y en el anuncio de la vida evangélica, así como en la austeridad, retraimiento y silencio. Creemos que en el convento de Pamplona no hubo muchos ensayos de vida en ermitas, sino que se impuso desde el principio la vida común y la observancia regular. Esta quedaba tutelada por un horario, que durante varios siglos y hasta tiem- pos bien recientes ha sido del tenor siguiente: Media noche: Rezo de maitines y laudes (oración personal 4 45 levantarse y aseo personal 5,00 oración de la mañana: letanías de los santos y meditación 6,00 oración litúrgica de las horas y misa conventual 7,00 desayuno 7,15 estudio, ministerio, trabajo 1,00 rezo común de las horas 1.30 comida, visita a la iglesia y recreación 3,00 retiro o descanso 14.00 rezo de vísperas y rosario 14 30 estudio, ministerio y trabajo 17,45 rezo de completas y hora de oración mental 19,00 cena y recreación 20,00 últimas oraciones y descanso hasta la media noche Es obvio que todo el horario giraba en torno a los actos religiosos de coro o de refectorio. Los superiores, maestros de novicios y padres espirituales se encargarían de adoctrinar a los religiosos para que viviesen tales actos con el mayor espíritu; así por ejemplo la obra clásica del padre Pedro de Aliaga «Modo de bien obrar practicado en el día del capuchino» resumía los estímulos espirituales para vivificar dicho horario. Es obvio que acechaban serios enemigos: el cansancio, la monotonía y la rutina. La noche partida, las dos largas horas de oración perso- nal, los otros tiempos de oración comunitaria de las horas eran

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