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curvas cierran los cuatro ángulos rectos resultantes for- mando un círculo, cuyo centro es el eje de giro de la rueda. Para nuestro ingeniero, experimentado y viajero, la rueda hidráulica ha de tener no más de 3,3 metros de diá- metro; la cruz, un espesor de 1,5 dm. y una anchura de 4 dm.; las piezas curvas, de anchura igual a la anterior, un espesor de 1 dm. La madera usada era el roble o el haya. En el exterior de la rueda van unas palas o álabes planos (no interesaban en las ferrerías las ruedas de cangl- lones), similares en anchura y espesor a las piezas curvas, y de 4,5 dm. de longitud. De las normas y dimensiones se- ñaladas se deduce que tales ruedas podrían tener más de 30 palas o álabes. La rueda es de eje horizontal y está si- tuada en un canal especial o caz con caudal de agua sufi- ciente para impulsar la rueda hidráulica. El ingeniero francés citado, Muthuon, describe cómo ha de ser el eje horizontal de esta rueda, el de nuestras montañas. Pero lo interesante para nosotros es un detalle fundamental en la vida industrial de la ferrería: unos cuantos dientes de madera de haya se colocan en el eje, en el extremo opuesto a la rueda hidráulica, fuertemente incrustados en el mismo; sobre ellos apoyará el extremo del mango del martillo, y, con su giro, podrá el martillo subir y bajar, golpeando el yunque, con una rapidez que dependerá de la velocidad de giro de la rueda. Esta rueda hidráulica es, pues, la base del funcionamien- to del mazo, «matxiña», con que el ferrón golpea de forma constante el trozo de hierro esponjoso sacado del horno, para expulsar de él toda la escoria o parte del óxido no re- ducido que todavía contenga, concentrando los grumos en una masa compacta, llamada agoe. El adelanto técnico es enorme, y, según Larramendi, el mecanismo funcionaba con tal perfección, que el espectácu- lo era digno de verse. El grabado adjunto se ha tomado de la obra FLORES MUSICAE, xilografía de H. Spechthart, Es- trasburgo, 1488. El ingeniero Muthuon nos indica que para el funciona- miento correcto de la máquina bastan cuatro entalladuras o dientes, como se observa en el grabado citado. Ya tenemos preparado el primer instrumento esencial para nuestras ferrerías de río. Nuestros antiguos llamaban gabi al mazo o martillo pilón y gabi-ardatz al eje del mazo o árbol de haya, de cuya extremidad pende el mazo; es el mango del mazo. El martillo, de 300 a 350 kg. de peso según Muthuon, golpeaba sobre un yunque o ingude de for- ma trapezoidal, de unos 200 ó 250 kg. de peso. Estas ferrerías, situadas en los ríos, zearrola, en contra- posición a las de secano, agorrola, aprovechaban la fuerza hidráulica para mover el martillo pilón sobre el yunque también para soplar, es decir, para hacer funcionar las mb. quinas soplantes. Dejando a un lado el describir la construcción de presas y canales de agua para el movimiento de estas ruedas hidráulicas, paso a la parte central de la ferrería, el horno y el aparato soplador. El hogar u horno es el centro de todo; de él salen los productos de la forja, en él se hace el trabajo principal, en torno a él brillarán el arte y la destreza de los ferrones. El horno debe situarse en el centro del taller principal de la ferrería, entre el martillo y el mecanismo soplador, apoya- do en una pared llamada bergamazo. Al hablar de los hornos de las ferrerías, el ingeniero Muthuon especifica la gran variedad de hornos que ha po- e a
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