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mo una piedra más. Al principio el oro y el cobre, exclusiva- mente ornamentales. Las brillantes pepitas amarillentas del oro entre las arenas de los ríos y en dos pedazos de cuarzo que utilizó en sus equipos de ataque y defensa, y los grá- nulos rojizos del cobre le llamaron la atención, como algo muy superior a cuanto podía encontrar en las piedras pre- ciosas que había utilizado. Descubre luego en estas pepi- tas metálicas algo muy particular, que no se daba en las piedras: la maleabilidad, es decir, la ce de los me- tales de ser aplanados sin romperse (la piedra se pulveriza al ser golpeada, y los huesos y la madera se astillan y par- ten), con lo que pronto aparecen instrumentos de cobre de variadas formas, incluso instrumentos cortantes, que van sus- tituyendo a los «raspadores Y cinceles» de cuarzo y obsi- diana y demás instrumentos de uso doméstico. La escasez de cobre nativo hizo que esta cultura no se extendiera demasiado. Pero cuando «alguien», probablemen- te mujer, encontró entre las cenizas del fogón, hecho de «Ciertas piedras», pequeñas gotas de cobre brillante, se ha- bía dado el paso gigante: por primera vez se consiguió co- bre de sus minerales, primera metalurgia, Este hecho, que luego se generalizó al calentar piedras «de color azul» con fuego, quizá ocurriese hacia le Península del Sinaí, alre- dedor del año 4000 antes de Cristo, o al este de Egipto, o en la zona montañosa situada al este de Sumeria (hoy Irán) o simultáneamente en todos esos lugares. El hecho es que, a partir de este descubrimiento, el cobre fue lo suficientemente abundante para ser utilizado en la confección de herramientas variadísimas; en una tum- ba egipcia se ha encontrado una sartén que data de unos 5000 años antes de Cristo. En el tercer milenio antes de nuestra era, se calientan a la vez cobre y estaño, y al fundirse juntos, la mezcla ad- quiere gran dureza: es el bronce; y su influencia es tan pro- funda, que nadie duda en iniciar aquí una nueva edad en la historia: la Edad del Bronce. En la tumba egipcia del faraón Itetis se han hallado mu- chos instrumentos de bronce. En la guerra de Troya apare- cen los «soldados de bronce» con métodos ofensivos y de- fensivos insuperables; los forjadores de tales armas gozan de gran prestigio y su oficio se diviniza en la persona de Hefaistos, dios mitológico de la fragua. Hacia el año 1500 antes de Cristo comienza otro paso en el desarrollo de la vida cultural de nuestros antepasa- dos. En la incansable búsqueda de cobre y estaño para fa- bricar bronce, el hombre se encuentra con ciertas piedras oscuras, más o menos grandes, que tienen un carácter pe- culiar: es el hierro, procedente de meteoritos, una roca más al parecer. Aprende a utilizarlo, y en constante trabajo con- sigue, mediante carbón vegetal y una intensa corriente de aire, separar de ciertas rocas más abundantes que las azu- ladas que daban cobre, un metal similar al de los meteori- tos: el hierro; estamos en los albores de la Edad del Hierro, de nuestra edad histórica. De aquí a la observación del en- durecimiento del hierro puro, calentado con carbón vegetal y templado en agua o aceite, no hay más que un paso: se consigue el acero. Los «soldados de bronce» se visten de acero, y sus armas, de mayor ligereza y agresividad, triun- fan siempre. El primer ejército que señala la historia, fuer- temente equipado de hierro de calidad, es el asirio; sus reyes lograron formar un gran imperio hacia el año 900 antes de Cristo. Entra después en escena el pueblo griego y pronto las nuevas culturas se extienden por toda Europa.

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