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des éxitos. Bernardo de Loperena, el de Unzubieta, compra- ba también mineral de cobre de este yacimiento. Simpático y atractivo resulta reproducir la observación de Elósegui referente al pueblecito navarro de Gainza: «las campanas de su parroquia se fabricaron a base del cobre de Aralar» (el estaño se adquirió en el mercado nacional); cuando en el valle se escucha el tintineo de estas campa- nas, los pueblos escuchan el sonido brillante del metal que antaño estuvo encerrado en las entrañas de su abrupto y desolado Aralar. Los navarros la consideraron como propia, y, así en una nota de 1787 (archivo ayuntamiento de Baztán) se lee, bajo el título «Utilidades que proporciona el Reino de Navarra anualmente al Real Erario»: «La fábrica de Aralar paga al Rey un quintal de cobre por cada treinta que saca de sus minas; por término medio proporciona al Real Erario 18 quintales anuales que al precio de 33 pesos el quintal, va- lor medio corriente, importan...» 6 de enero de 1787. El quintal, tantas veces citado, equivale a un peso de 100 libras, o sea 4 arrobas, equivalente en Castilla a 46 Kg. apro- ximadamente; es, pues, casi la mitad del quintal métrico actual, y se le suele considerar así. En estos últimos años se ha intentado poner nuevamen- te en marcha la mina de cobre de Aralar, pero, al parecer, sin éxito alguno. LAS FERRERIAS EN EL PAIS VASCO-FRANCES Las explotaciones mineras de hierro fueron numerosas a lo largo de la cadena pirenaica en la parte francesa durante los siglos XVII y XVIII, sobre todo en el condado de Foix; tuvieron menos importancia en la zona occidental del Piri- neo francés, exceptuando los yacimientos de Louvie en Bear- ne y los de Larrau y San Esteban de Baigorry. Pasada la Edad Media, las numerosas ferrerías del país vasco-francés dependían cada vez más del mineral de Vizca- ya, en particular del yacimiento de Somorrostro, «abundan- te y estimado». La navegación aseguraba el transporte del puerto de Portugalete a los de San Juan de Luz o Bayona y después se encaminaban hacia el interior, en barcazas, por los ríos Adour, Nive, Nivelle y Bidouze principalmente. El éxito de las ferrerías radicaba en su situación próxima a los grandes bosques abastecedores de carbón. Como dice Courtivron: «si en alguna parte se ha dejado de fabricar hie- rro, ha sido por falta de madera y carbón». Ferrería de Larrau (Soule-Zuberoa): La ferrería de La- rrau, del barón «d'Uhart», trabajaba con minerales de yaci- mientos próximos: Haux, Etchebar, Bostmendieta, etc., de las cercanías de Lacarry, Es curioso reseñar que al maestro ferrón se le consideraba extranjero en el país y se le llama- ba Arotz Guebyena. El hecho de ser el maestro ferrón ex- tranjero era muy frecuente; la ferrería de Aralar tuvo direc- tores extranjeros en lo más brillante de su vida industrial (cfr. Jesús Elósegui, «Las minas de cobre de Aralar»). A pe- sar de la producción anual de unos 1.200 quintales, franca- mente buena, a partir de 1785 esta ferrería de Larrau inició un rápido declive por falta de combustible. Lefebvre y Muthuon hablan también de la ferrería próxi- ma a Mauleón, junto al río Saison, llamada Chéraute, y Ha- Pe

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