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DECADENCIA DE LAS FERRERIAS Si para el año 600 antes de Cristo se puede localizar el uso del hierro en el norte de Europa, en el siglo X se da ya con profusión el horno de fragua en las montañas, y para el siglo XV bajan las ferrerías a los ríos. En el norte de Europa se montan los primeros Altos Hor- nos con carbón de madera en 1350 (nuestras ferrerías «a la catalana» son siempre hornos bajos), y en 1619 se ponen en marcha en Inglaterra los primeros Altos Hornos con car- bón mineral. El año 1722 representa un paso decisivo en la marcha de los acontecimientos, aunque su influencia fue relativa- mente lenta: aparece por primera vez el método científico, ordenado y preciso, en la obtención del hierro. Su autor, el físico y naturalista francés René-Antoine Ferchat de Réau- mur (1683-1757). Su obra, «Traité sur l'art de convertir le fer en acier et d'adoucir le fer fondu», París, 1722, es citada con admiración por nuestro Pedro B, Villarreal con una traduc- ción del título que dice así: «Arte de convertir el hierro en acero y de suavizar el hierro colado». Juan Dowling decía de este sabio que «escribía bien, pero que tuvo pocas veces o ninguna los dedos en las fraguas para fabricarlo». Este dicho me recuerda, por contraposición, la frase del padre Larramendi, tomada de una carta a Pedro Villarreal sobre su libro y que aparece en páginas interiores de la edición fac- símil hecha por la Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Pu- blicaciones: «... desde su retiro ha sabido con gloria y lus- tre de estos montes dar una higa a la repompa afectada de los Mathematicos, que siempre enseñan y nunca executan»., ¡Pobres científicos! A fines del siglo XVIll aparece el método del pudelaje, modo de convertir en dulce el hierro colado, quemando par- te de su carbono en hornos de reverbero; se debe a Henry Cort (1740-1800). Este hecho afecta mucho a nuestras forjas. Pero el golpe mayor tiene lugar en 1856 cuando Besse- mer (Henry) (1813-1898) patenta su procedimiento para con- vertir el arrabio de los altos hornos de acero (Convertidor de Bessemer). Aparecerán después otras técnicas: el Convertidor Sie- mens-Martin, el «acero de aleación» que lanza en 1882 Ro- bert Abbot Hodfield (1858-1940), con su acero al mangane- so. (El ingeniero Muthuon muestra verdadera pesadilla por la presencia del manganeso en diversos minerales que tra- taba en sus ferrerías). Y, dejando a un lado el «acero inoxidable» y las «alea- ciones magnéticas», llegamos al «acero L. D.», llamado así por responder a las iniciales de «Linzer Duseverfahren», algo así como «Método inyector de Linz», por haberse iniciado en la ciudad austríaca de Linz en 1952, consistente en in- yectar oxígeno puro, en vez del aire del Bessemer, como diferencia fundamental. Muy lejos están ya nuestras ferre- rías de esta innovación, pero la cito por ser ella quien ha terminado prácticamente en todo el mundo con los conver- tidores Bessemer. Nuestros ferrones, que sufrieron su im- pacto de forma tan brutal, verían hoy con agrado cómo su verdugo ha sido devorado por otra técnica de mayor perfec- ción. Es la vida del hombre. Interesa citar aquí, un poco al margen, por el interés et- nográfico que posee, el nombre de John Walker (1781-1859), que inventa la primera cerilla práctica; ya no se recurrirá al primitivo método del pedernal, el eslabón y la yesca de nuestros abuelos. 7/7

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