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a martillazos, formando barras que, una vez enfriadas, se almacenan en el lugar adecuado. La operación dura aproximadamente cuatro horas, de mo- do que en 24 horas se hacen de seis a siete tochos o lu- pias; la carga del mineral, según datos de Muthuon, puede llegar a ser en los hornos navarros de 250 a 300 kg. obte- niéndose de 85 a 110 kg. de hierro cada vez. Para soldar el hierro, se calientan fuertemente las ba- rras, hasta el blanco resplandeciente («enalbar» el hierro, gori-gori) y las superficies puestas en contacto se golpean con el martillo sobre el yunque. El profesor Girardin en sus «Lecciones de química ele- mental hechas (dadas) los domingos en la escuela muni- cipal de Ruan», dice a propósito de las forjas catalanas: «En los Pirineos, en Cataluña, en Italia, en Córcega, los quijos de hierro (cuarzo que en los filones sirve regularmente de matriz a los minerales) se tratan en hornos muy bajos y en una sola operación resulta un hierro dúctil. Este método es muy expeditivo y su uso se extiende cada día más; se lla- ma método catalán o francés. Sólo se emplea en el trata- miento de los quijos muy fusibles y ricos». Esta obra tiene edición castellana (J. Bermúdez de Cas- tro, París, Librería de Rosa, 1842) y es interesante comparar su afirmación arriba subrayada (el subrayado es mío) con la realidad, porque por entonces nuestras ferrerías andaban de mal en peor. El profesor Haraucourt («Notions de Chimie. Métaux». París, 1890) hablando del método catalán, que, salvadas cier- tas diferencias de muy pequeña importancia, es el de nues- tras forjas, dice: «El método catalán sólo se usa y poco en el mediodía francés y en Cataluña, donde los minerales son muy ricos y muy fusibles; el combustible empleado en él es el carbón vegetal». Y al final del párrafo añade: «Las escorias contienen un 30% de hierro, que se pierde en este proceso; es el gran inconveniente del método de las forjas catalanas, y, debido a ello, van cayendo en desuso». «Supo- nemos que durante mucho tiempo ha sido el único método empleado para obtener el hierro, y las escorias ferruginosas que hallamos en muchos lugares, son los residuos de las operaciones hechas en épocas antiguas por los primeros ferrones allí instalados, por disponer de mineral adecuado. La industria moderna trata estas escorias ventajosamente y llega a extraer de ellas casi todo el metal». Efectivamente, en una visita a la vieja ferrería de Aranaz (Navarra), donde abundan las escorias, me contaron que en años pasados era muy frecuente ver por allí camiones reco- giendo esas piedras ferruginosas para llevárselas a las fac- torías modernas. Laborde distingue dos clases de escoria: la de las ferre- rías hidráulicas y la de las de los montes; éstas son com- pletamente negras, compactas y de fractura vítrea; las otras en cambio son esponjosas, de color pardo y con claras adherencias de mineral y carbón vegetal en sus poros. El mismo autor, especialista en metalurgia y ferrerías, realizó un análisis químico del primer tipo de escoria, procedente de montes de Guipúzcoa, y halló los siguientes resultados: 75% de óxidos de hierro; 20% de sílice; 0% de óxidos de calcio y 5% de restos indeterminados. El análisis de escorias hidráulicas da también un alto porcentaje de hierro perdido en ellas. cias Vllicias

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