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depósito, hecho de material resistente, hace que al chocar el agua con él se separen ambos fluidos y el más pesado salga al exterior sifonado, mientras el aire, que queda a presión, se inyecta en el horno mediante toberas o tubos especiales de cobre, por el lado de entrada del viento. El otro artificio inyector de aire, mucho más usado en nuestras ferrerías, es el fuelle. Parece que al principio el fuelle se hacía de pieles enteras de animales; después se unieron dos grandes piezas de madera con piel de animal en pliegues. En un tiempo se les accionaba a mano o con los pies, y muy pronto se logró hacerlo, adaptándolos a los dientes de los ejes horizontales de las ruedas hidráulicas, consiguiendo un viento constante en el hogar. La trompa soplante se llamó entre nuestros ferrones aize- arka, el fuelle, auspo, y auspo-ardatz el eje de los fuelles; de la misma forma, el tirador del fuelle auspo-pujoi y el lu- gar del fuelle o barquín, auspotegi; eskamelak, los brazos de los fuelles; y kañu edo aizebidia, los tubos soplantes o inyectores de viento en el horno o «toberas». Las ferrerías se montaban de muy diversas formas; y el mismo ingeniero de minas francés citado dice que «en las provincias de Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya en España, no es raro hallar fábricas para extraer directamente el hierro del mineral, establecidas en valles pequeños, de for- mas diferentes. Al principio de las gargantas y en las pe- queñas colinas, donde los riachuelos son pequeños y están sumamente divididos, se ven fábricas de fuelles...; en las llanuras, donde se reúnen los riachuelos y todavía hay gran pendiente, están las forjas de trompas; más abajo, e incluso en las llanuras, donde la caída es menor y los ríos son de gran caudal, los fuelles de las forjas son de mayor poten- cia... Aquí las ororias son mayores que las catalanas y trabajan bien.. MINERALES EMPLEADOS EN NUESTRAS FERRERIAS Nuestras ferrerías adquirieron su mayor importancia en el siglo XVII, y, aunque decayeron algo en el XVIII, conti- nuaron trabajando y reconstruyéndose con grandes aspira- ciones. Los primitivos ferrones, que consumían poco mi- neral y en proporción mucho carbón vegetal, procuraban coordinar la presencia o proximidad de la mina y del car- bón; nuestros bosques fueron propicios para elloy las pe- queñas minas abundaban en las montañas de $ có y Guipúzcoa; pero, a medida que el consumo se hacía mayor pasaba el tiempo, si bien los bosques se podían repoblar, hs minas se iban agotando. De entonces el suminis- tro de mineral del yacimiento número uno de todos los yacimientos de la región: el de Vizcaya, el de Somorrostro y Galindo, repetidamente citado con verdadera admiración por el ingeniero de minas Muthuon en su obra; lo transpor- taban por mar hasta los puertos más próximos a la ferrería, y después por vía fluvial o en acémilas y carretas de bueyes. Se comprobó, además, que, mezclando diversos minerales, el hierro obtenido presentaba cualidades diferentes; en la forja catalana mezclaban vena espática, mineral local, con el procedente de Vizcaya, obteniendo «un hierro excelente que no es tan agrio como el obtenido solo de la vena

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