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dido observar: «Las dimensiones de los hornos varían en los distintos países y aun de un lugar a otro de una misma región; se han de distinguir tres tipos: el horno catalán o a la catalana propiamente dicho, el navarro y el vizcaíno. El horno catalán, que está en uso en los Pirineos Orientales y en los del Centro, tiene 54 cm. de anchura y longitud me- dias, por 43,25 cm. de profundidad. El horno navarro, que se emplea en Navarra Francesa (Baja Navarra), en Navarra Española y en Guipúzcoa, tiene 80 cm. de longitud y 63 cm. de anchura, con una profundidad de 69 cm. El horno vizcaíno, adoptado en muchas forjas navarras, tiene 109 cm. de longi- tud, 83 de anchura y 72 de profundidad ». Se toma la longitud desde el bergamazo hasta el frente del horno; la distancia entre las paredes laterales es la an- chura; no cuenta la altura, porque la parte superior del horno está siempre del todo abierta; no hay chimenea para la salida de humos y gases. Los cuatro planos o lados de estos hornos tienen sus nombres particulares (sigo a Muthuon, que recoge en su obra algo de la terminología local): el lado de procedencia del viento se llama en francés «la varme»; el opuesto, «el contraviento»; el de atrás, «la rustine», y el de delante, «el laitérol», por dar salida a la escoria líquida. En el idioma vasco que se habla —sigue el ingeniero na- poleónico—, en gran parte de los Bajos Pirineos, en Nava- rra, Guipúzcoa y Vizcaya, «la varme» tiene por nombre aicia en aldea (= aizearen aldea, lado del viento); según el señor Almunia, en Vizcaya se le llamó vetarri. El «contraviento», ingudea en aldea (= ingudearen aldea, lado del yunque) y en otras asearra (Almunia). «La rustine», lado trase- ro, guivelia (= gibelia), y «el laitérol», silara en aldea (= zilarraren aldea, lugar de la escoria); nuestros ferrones llamaban a este lado zidar, zillar o ziar, Esta parte del hor- no se llamaba en Navarra y Guipúzcoa ziarzulo; y la chapa trasera, opuesta a la de salida de la escoria, se llamaba idurigela, El fondo del horno estaba construido con una cha- pa de hierro y recibía el nombre de zirillo o arrago. Es interesante recalcar aquí que el ingeniero Muthuon, puesto a describir uno de estos hornos, escoge el horno na- varro, indudablemente por ser el más parecido al usado por sus compatriotas de la Baja Navarra, Laburdi y Zuberoa. El artificio soplador podía ser de dos formas: trompas o fuelles; y el citado autor del ejército napoleónico testifica el uso de ambos en España, si bien sea más frecuente el fuelle que la trompa. Una trompa es un aparato pasivo, sin movimiento algu- no; contiene sólo aire y agua, que, al final, se separan, vol- viendo el agua al río e inyectándose con fuerza el aire en el horno por la tobera, Esta trompa de agua que se llamaba entre nuestros ferrones aize-arka, consistia fundamental- mente en un tubo metálico situado verticalmente bajo un depósito de agua; por la parte superior del tubo se hacía dentro un estrechamiento y justamente debajo de esta es- trangulación se practicaban uno o más orificios. Ningún tra- tadista de la época describe de forma técnica y adecuada el funcionamiento; pero aún hoy se sigue usando este artificio ceo hacer cómodamente vacios en los laboratorios de quí- mica. Al estrecharse la corriente de agua, aumenta poderosa- mente su velocidad, con lo que disminuye la presión en el estrechamiento, y, como consecuencia, el aire exterior se precipita dentro del tubo y es arrastrado hacia abajo con gran velocidad por el líquido. Ya en la parte inferior, un gran
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