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Antonio Idiáquez, vende heredades y censos en Azpilcueta «para reedificar con el producto de la venta el palacio de Azpilcueta que está casi arruinado». En realidad no que- daban del edificio antiguo y aún quedan, sino exiguas rui- nas. No hubo nada de reedificación; se levantó en 1741 desde los cimientos a la techumbre un modestísimo edi- ficio, al que falta todo aspecto de hidalguía, hasta el es- cudo de los Azpilcueta. El edificio conserva en el interior como reliquias, pero no en función constructiva, exiguos restos del primitivo palacio. Hoy está su interior desven- cijado y deshabitado, conservando el nombre pretencioso de «Dorreberría» (Torre nueva) que nada ofrece de torre señorial, LA NUEVA PARROQUIA En el archivo parroquial de Azpilcueta consta que el rector de la misma don Dionisio Joseph Huarte en 1750 pidió permiso al patrono de la iglesia, el duque de Granada de Ega y conde de Javier, «para fabricar de nuevo la iglesia parroquial ». La ayuda económica la pidió a don Martín de Elizaco- chea, natural del palacio «Dorrea» de Azpilcueta, y obispo sucesivamente de Durango y Michoacán (México), que aportó la cantidad de 6.000 pesos mexicanos. La iglesia se construyó para el año 1752. En ella no se ve el escudo de los señores palacianos de Azpilcueta que campeaba en la primitiva, por ser patronos de la misma, ; No consta que aportaran cantidad alguna a la nueva obra. Recientemente, bajo el episcopado de don Tomás Mu- ñiz, desapareció el patronato de los condes de Javier sobre la iglesia parroquial de Azpilcueta. sn

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