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El P. Fita, al corregir el error, atribuye lo de la prisión y evasión de la cárcel a Juan de Azpilcueta, hijo homó- nimo del Doctor. Don Juan no figura en las cartas del ma- riscal Saint-André. EN EL CASTILLO DE FUENTERRABIA (1522-24) Miguel de Javier huyó a refugiarse en la fortaleza de Fuenterrabía, conquistada al emperador por el almirante Bonivet y entregada para su defensa al mariscal agramon- tés Pedro de Navarra, que estaba al servicio de Enrique, príncipe de Béarn, cuñado de Francisco | e hijo de Juan de Albret. Interesaba grandemente al emperador Carlos V, en lucha con Francisco | de Francia, recobrar la plaza de Fuenterra- bía para despejar este frente occidental de España, y poder recobrar la plaza de Milán, que había ocupado Francisco |!. Las condiciones de rendición de los sitiados por el con- destable de Castilla Iñigo Velasco fueron altamente be- névolas y confirmadas por el emperador, teniendo como base el perdón general. Entre las cláusulas de rendición referentes al «Señor de Xabier» formuladas en el campo de Fuenterrabía (fe- brero 1524), hay una imperfectamente redactada: «Que Su Majestad hace merced al Señor de Chavierr... que se le devuelva la posesión del término de Mont Real, como su padre solía tener». Pero como su padre nunca tuvo po- sesión del término de Montreal, sino usufructo con Sos y Sangúesa del término de «El Real», cerca de Javier, que en 1512 se lo reservaron o repartieron Sos y Sangúesa, a él debe referirse la cláusula. Con ella nunca podrán va- lerse en juicio para reclamar la devolución que no la obtuvieron, ni María de Azpilcueta ni Miguel de Javier. Después del perdón del emperador, Miguel torna a Ja- vier a la normalidad en el vivir. Pero la vuelta de Miguel casi se enlaza con la salida de Francisco, a los 19 años, para el Estudio de París, despidiéndose de su madre María de Azpilcueta, para no volverla a ver. Había aprendido mucho de la caducidad de la carrera de las armas de sus hermanos mayores, aprendizaje que le preparó poco a poco para la carrera de las almas, que in- mortalizó a Francisco y al castillo. No tardó María de Azpilcueta en morir en 1529, sin cobrar el usufructo de la campa de «El Real» y la indemni- zación de los daños, en su castillo de Javier y en su casa- torre de Azpilcueta, Sólo a su muerte fue Miguel señor de Javier y del Palacio de Azpilcueta, y sólo entonces podía lla- marse y ser llamado en propiedad señor de Javier y del palacio de Azpilcueta, Lo que no consiguieron para Javier, Miguel y sus suce- sores, lo consiguió San Francisco de Javier, después de su apostolado en la India, Japón y Malasia durante 11 años (1541-52). Por sus virtudes apostólicas fue beatificado en 1619 por el Papa Paulo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV. En 1625, el 26 de agosto, y a los tres años de su cano- nización, Felipe IV elevó a categoría de condado el castillo de Javier, en la persona de su primer conde, don Juan de
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