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tellano mediante el coronel Villalba, con la «desfecha» de Isaba, en que cayó prisionero el mariscal del reino, don Pedro de Navarra. No consta intervención armada de Miguel de Javier, el heredero. Sólo sabemos por declaración del virrey, duque de Nájera, en relación con la desfortificación de Javier: «Lo único que yo sé es que se decía que allí se reunían los servidores de sus majestades; observo que Cisneros ordenó la demolición de la casa toda entera, y que sin embargo solamente fue demolida la parte fuerte de la misma; el resto se dejó para que sirviese de vivienda». Respecto al palacio de Azpilcueta, fue totalmente derribado por el alcaide de Maya, Antón Alguacil. María de Azpilcueta, de consentir sin resistencia en aquellas juntas de deservidores, ni hubiera solicitado in- demnizaciones, ni hubiera recibido en 1517 el salario atra- sado de su difunto marido como consejero del reino. La firma del recibo es revelación de la tristeza profunda de María de Azpilcueta, viuda de su marido en circunstancias tan comprometedoras y sin fortaleza de Javier, y sin pala- cio de Azpilcueta. Su grafía no es corriente: «La triste Marya Dezplycueta». La reproduzco en fotografía. Sus tristezas irían en aumento en el período de 1521 a 1524: comienzan las hostilidades entre Francisco | y Carlos V; coincide con el alzamiento de los comuneros de Castilla contra el emperador, lo que determina la salida de fuerzas castellanas del reino de Na- varra, aprovechada por el principe de Béarn, Enrique, cu- ñado de Francisco |, que dispone de dos jefes militares: el general Asparrós y el almirante Bonivet. Este sorprende los castillos de San Juan de Pie de Puerto, Cos de Maya, y fortaleza de Fuenterrabía. El general Asparró reconquista Pamplona, y sin. forti- - ficarse en Navarra, se adelanta a sitiar Logroño; fracasa en el intento, y al volver a Pamplona es derrotado decisiva- mente entre Noáin y Ezquíroz. — 24—

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