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tillos importantes en las fronteras y en el interior del reino. Al salir de Javier se llevaba el sentimiento de la ex- tinción de sucesión varonil, al menos para su palacio de Azpilcueta. Sentimiento que se acrecentará con el tiempo al ver que su hija María de Azpilcueta, engendraba dos hijos varones consecutivos: Miguel y Juan, antes de 1497. Acucióle entonces la obsesión de tener descendencia varonil para su palacio de Azpilcueta, contrayendo en 1499 matrimonio con Isabel de Echauz, hija del vizconde del valle de Baigorri contiguo al valle de Baztán, intercomuni- cados por el puerto de Izpegui, cerca de Azpilcueta. No dejan de interesar las frecuentes visitas que según los documentos le hacía su hija mayor María de Azpil- cueta, su heredera del palacio de Azpilcueta, caso de no tener descendencia varonil, así como la estancia en Mon- .” DO p "4 = UN ON > y oO? real de Violante, la hija menor, durante los tres años de su matrimonio (1499-1502). Preocuparía sin duda a María de Azpilcueta el destino futuro e inseguro del palacio de Azpilcueta. Pero el segundo matrimonio no trajo descendencia al- guna, y murió Martín de Azpilcueta en 1502, sin hijo varón; sólo desde 1502 podrá llamarse María de Azpilcueta «Se- ñora del Palacio de Azpilcueta». En el proceso seguido por Isabel de Echauz, su viuda, en 1521, contra Miguel de Javier, se transparenta el senti- miento de la desilusión sufrida por Martín de Azpilcueta en el lecho de muerte por la frustración de su segundo matrimonio «Sin que obrese creaturas algunas dentro dél». Si Martín de Azpilcueta hubiera tenido descendencia va- ronil del segundo matrimonio, se hubiera disociado el en- tronque Javier-Azpilcueta. Y tal vez el palacio de Azpilcueta, sin las complicacio- nes comprometedoras del Dr. Jasso y sus hijos, hubiera evitado su destrucción total y liquidación posterior. Se rela- a

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