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y pudo decir con satisfacción, que se había puesto en con- tacto con todo su rebaño. Nada le hizo retroceder, ni los arenales de la costa, don- de apenas existía el camino, ni las lomas y quebradas de la serranía, ni el hielo de las nieves, donde es frecuente el «apunarse» (marearse), o las molestias del «soroche» (aho- go) frecuente en los extranjeros. Ya el 5 de septiembre abría un concurso para proveer las parroquias por falta de curas idóneos. En el mes de enero de 1780 comenzó su visita pastoral por la ciudad de Trujillo, interesándose de un modo especial por la catedral y el se- minario, parroquias, iglesias y conventos de la ciudad. La catedral exigía una reparación total después del terremoto de 1759; las sumas decretadas por el rey Carlos 1ll no eran suficientes, pero el obispo puso tal empeño que en poco tiempo quedaron listas las torres, bóvedas, puertas, sacristía, dotándola de buenos ornamentos; mandó labrar las puertas de cedro, fundió nuevas campanas, instaló un grandioso reloj, para que se rigiese la ciudad por un horario, y los canónigos asistieran a los oficios divinos. Pensó en darle a la fachada de su catedral una escalinata de mármoles, procedentes de las canteras de Huancaspata, pero su traslado a Bogotá le impidió realizarla. En cuanto al seminario lo encontró ruinoso en todos los sentidos. Primeramente trazó un programa de reconstrucción material, y después un programa de estudios totalmente mo- dernizado; reunido con los profesores y el rector, aumentó el número de profesores, elevó sus sueldos, aumentó las be- cas, haciéndolas pasar de 12 a 24, Finalmente, el 22 de fe- brero de 1782, promulgaba los nuevos reglamentos que regi- e la institución, innovando los que había hecho su fun- ador. Al comenzar su visita, el número de seminaristas alcan- zaba a 18; años más tarde subían a 52, sólo entre los inter- nos, pasando en poco tiempo de 100. No escatimó gastos para traer nuevos profesores, si poseían mucho estudio y ES vida espiritual, pagándoles el viaje desde Lima y desde ile. El colegio-seminario de San Carlos y San Marcelo se componía de un patio y cuatro cuerpos de edificio, de los cuales tres estaban en ruinas. El obispo lo reconstruyó del todo, levantando otro cuerpo de o a para los gra- máticos, con sus oficinas, aulas, corredores. Después creó el seminario mayor o de ordenados, destinando para este efecto el local que había sido de los jesuitas. Incluso pensó hacer de su colegio-seminario una universidad para la for- mación de clérigos y seglares, ahorrándoles sus gastos y via- jes a Lima, la Ciudad de los Reyes, fundada el 6 de enero. CAMINO DE LAS LLAMAS Terminada la visita pastoral en la ciudad de Trujillo, la comenzaba en provincias en 1782, para terminarla en 1786. El que ha viajado en aquel país, no por las actuales autopistas de la Panamericana o carreteras construidas mo- dernamente, sino por las sendas de herradura, las cornisas de montaña, camino propio de huanacos, tropillas de llamas o vicuñas, o por los desolados arenales de la costa, podrá e Ya

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