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por la mucha y varia vida y el campo de su experiencia del mundo interior y exterior. Todo le interesaba en su diócesis. Incluso salvó el folklore de Trujillo (siglo XVII!) de un posi- ble olvido, pues como buen navarro era músico, y la música desentraña las palabras y muestra su sentido verdadero, pi- diéndoles servicios melódicos más allá de sus servicios in- formativos. Detrás del obispo estaba ese hombre importan- te, que tiene que haber en todo artista, para influir no sólo en el arte sino también en la vida. PERSPECTIVA Y PAISAJE Aquella enorme diócesis podría calificarse como terreno de loca geografía: mar, costa, pampa, desierto, quebrada, oasis, valle, altiplano, cordillera, volcán, etc. Culturas mile- narias en buen estado de conservación, pueblos con iglesias donde reina el barroco hispánico de América mezclados con motivos indígenas, pueblos en oasis y quebradas que man- tienen tradiciones de siglos en materia de culto. Su diócesis estuvo ocupada por la civilización Chimú, que extendió su influencia hasta Lima (Rímac) y Pachacamac, santuario sa- grado preincaico. La antigua capital Chanchán, ya en ruinas, se hallaba a poca distancia de Trujillo, de donde el obispo podría recoger abundante cerámica para enviarla al rey, y formar después parte del Museo Arqueológico de Madrid. La mentalidad humanista del prelado se complació en los artistas anónimos del Perú precolombino, que poseían la ex- presión más valiosa de su actividad artística; los temas son idénticos en los bordados, en los decorados de su cerámica, en su escultura zoomorfa y en sus vasos y pectorales de oro y de plata. El mismo es el repertorio desde Chanchán hasta Nazca, 500 kilómetros al sur de Lima y en las expre- siones incaicas. Lo trascendental de un sentido mágico-reli- gioso vive en las artes peruanas. Colores y síntesis de colores que habrían complacido a Sorolla y Matisse, ya que éste tardó muchos años en con- seguir la síntesis extrema del color, y ellos artistas lo consiguieron por puro instinto y sin fundamentos previos, todo por tradición. Al verlos, decía Matisse: «Il faut savoir encore garder cette fraicheur de l'enfance au contact des objets et préserver cette naiveté». En su enorme diócesis encontraría toda clase de razas, incluso la negra, el mestizaje y sus problemas, y especial- mente la raza nativa en un 50%, por lo cual se formó el refrán peruano: «quien no tiene dinga (sangre incaica), tiene mandinga (sangre negra)». Los yungas fueron anexionados al imperio por el inca Pachacútec [Manco Cápac) en el si- glo XIV después de Cristo, sobreponiéndose la lengua qui- chúa, oriunda de El Cuzco, como idioma oficial para todo el imperio. Los nativos eran laboriosos, buenos navegantes, encon- trándose en su cerámica vasos con inscripciones chinas, ador- nados con la serpiente de anteojos, propia de la Indochina; al mismo tiempo se hallan monedas chinas con la llama del Perú, animal inexistente en Asia; de donde se deduce había navegación entre ambas tierras creándose la civiliza- ción Chimú, 300 años después de Cristo, Además de eximios ceramistas. había fundidores de oro

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