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e up ialidad, y un pequeño capital para abrirse camino en a vida. El programa de las niñas era muy semejante al de los varones; aprendían a leer, escribir, las cuatro operaciones, la Doctrina Cristiana, y artes acomodadas a su sexo de tra- bajo doméstico; al marcharse, recibían 25 pesos, un torno para hilar, utensilios de uso doméstico, y los mismos premios > a los varones. Era buscar la integración de razas a base | Evangelio, era una evolución, aunque a muchos les pare- ció una revolución y una sinrazón... al orden actual. RAZON DE LA SINRAZON El pastor sale al encuentro de los alborotadores y comer- ciantes indicando que en sus Escuelas Superiores no se en- señará a los alumnos oficios e industrias que perjudiquen a la industria y comercio de la Península y de estos reinos. Estas limitaciones se pueden dejar al criterio de los prelados y pueden ser objeto de una instrucción reservada. A con- tinuación indica las conveniencias: 1) «Los alumnos de ambos sexos podrán considerarse como rehenes para cualquier caso que se pudiera ofrecer». 2) «Por este modo es fácil discernir las inclinaciones y genios buenos y malos, para guardarse de los unos y servir- se de los otros con seguridad y confianza». 3) «Con esto se les debe mostrar que es mucho más conveniente vivir bajo el gobierno de los reyes de España que bajo el dominio de los Incas, idea que he procurado inculcar en mi Visita Pastoral, tanto a los curas como a los maestros con las instrucciones más oportunas para ello, para que los indios lleguen a convencerse de que en los tratos y negociaciones con los españoles y demás castas, son ver- daderamente beneficiados, y no que los servicios que se les hacen son un anzuelo o carnaza que se les arroja para es- clavizarlos o cobrarles mucho más de lo que reciben». 4) «Las Beatas (profesoras) que morasen en el Semina- rio de Indias (Escuela Superior), podrían actuar como inter- mediarias entre ambas razas para impedir y estorbar opor- tunamente los males que se temiesen, y promover las ven- tajas que se deseasen, por la autoridad, veneración y res- peto con que naturalmente las miraría todo el cuerpo de la nación». 5) «Los Indios, así varones como mujeres, con el trato que se les daría [en el internado] trato de casa, boca, cama, vestidos y doctrina, se harían a otras costumbres, y vueltos a sus casas, procurarían mantener el mismo orden en su fa- milia [añade el obispo que en dichas Escuelas Superiores po- dían servir de preselección de vocaciones indígenas, tanto para sacerdotes como para religiosas. Esta solución había sido aprobada en el Concilio de Lima (1772) donde nuestro obispo había desarrollado brillantemente el papel de Secre- tario General]». 6) «A los premios ya propuestos, se podría añadir al más sobresaliente en el último examen, después de casado y con hijos, el título de «Don», y el de voz en el Cabildo de su pueblo y asiento en el banco de los Alcaldes, vestir de seda, en la misma proporción a las indias, pero haciendo recaer el merecimiento no tanto en su aprovechamiento en Li Usos

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