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y de artistas, que pudieran a menos costo hacerse cargo de la enseñanza. Sus artistas empleaban tonos sencillos en los tejidos y en la cerámica, siguiendo costumbres tradicionales, a base del blanco, del amarillo, carmín y cobalto; el modelado se logra por lo que llamó Cezanne «modulación cromática»; es decir, el empleo de tonos distintos para dar una sensación volumétrica. Caxamarca abunda en pan, maíz, carnes y lana; lugar ideal de una perpetua primavera para indios serranos y Cos- teños; facilidad para que los indios entreguen sus ayudas de plata o en especies, y facilidad para que los alumnos vuelvan a sus casas por ser lugar céntrico. Adelanta el pre- lado que dichos alumnos, al contacto con los españoles en el lugar de mayor civilidad, Caxamarca, y con tal instrucción, irían formando su entendimiento, rectificando sus efectos, e irían deponiendo la aversión y odio con que generalmente nos miran, y se irían acostumbrando a nuestra disciplina y modales con muchas otras ventajas de gran importancia. Las autoridades andaban reacias, después de la revuelta de Tupac-Amaru (1780-1782), y el obispo había visto sus efec- tos en la indiada; la Iglesia buscaba la integración, que tar- daba en conseguirse; y aquella revuelta de Tupac-Amaru mos- traba que muchas veces las autoridades destruían para crear, negaban para afirmar lo suyo, tiranizaban para liberar; y en esa revuelta se vieron momentos de rabia, de odio, de amor, de ternura y de tragedia. Era el miedo del miedo. Nuestro obispo, que vive cien años de avanzada, sale al encuentro del miedo en todos sus aspectos. Respecto a la instrucción en esas Escuelas Superiores propone que no se dé a todos sin distinción, por el peligro que en esto pudiera haber, sino que cada una de las villas y ciudades enviará sus candidatos indicados. Las ciudades enviarían cuatro alumnos cada una, todos ellos escogidos. Tres alumnos cada una de las villas, y dos cada uno de los pueblos del obispado hasta llegar al número de 250 internos. El colegio de alumnas era menos numeroso, ascendiendo a 120. La enseñanza duraría hasta los 16 años. Se les ense- ñaría las primeras letras, la Doctrina Cristiana, y, además, un oficio o arte, y principios de agricultura y ganadería; y si no hubiera texto conveniente, el obispo inquieto se ofrece a escribirlo. A los 16 años se les haría un examen de ma- durez, y a los más aventajados se les daría de premio 25 pesos o una mula y a los demás 12 pesos. A todos, al dejar el colegio, se les darían gratuitamente las herramientas de o
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