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que ellos se presenten en las familias cuando faltan los ni- ños a clase, obligando a los padres a enviarlos, especialmen- te a quienes vivían dispersos en rancherías, circunstancia bastante común, por lo que urgió al virrey a la concentración de poblaciones, siguiendo la política del virrey Francisco de Toledo (1567-1581), pero siempre encontraba retardo en el virrey flamenco (1784-1790). También índica que, con el tiempo, los mismos indios se convencerán de la utilidad de la instrucción, pero desea que en todos los pueblos los curas distribuyan el tiempo a son de campana, uniformando en lo posible las tareas de cada día y evitando la holganza. Es un modo de educar a las razas indígenas. El número de escuelas edificadas ascendía a 52, y hubiera seguido adelante si no hubiera tropezado con la escasez de medios materiales para pagar a los maestros. Había un medio y lo empleó el obispo; era el de cultivar un terreno en común, y unido a las erogaciones del pueblo, se podría mantener un maestro; a los indios se les pidió el trabajo voluntario en este sentido y lo aceptaron gustosamente; a esto se unía la ayuda del prelado, que se privaba de lo suyo para ayudar a la instrucción, En esta materia, hay que citar a la población de Otuzco (VII), que se comprometió a mantener al maestro por sus mismos medios colaborando los vecinos, sin molestias para el obispo. MIEDO DEL MIEDO El hueso duro de la campaña escolar fue el proyecto de fundación de las Escuelas de Artes y Oficios para indígenas; una para,niños y otra para niñas. Los indígenas de Piura (11) fueron los primeros en enterarse del plan episcopal y lo apo- yaron desde el primer momento, ofreciéndose a contribuir con dos reales al año por persona; el obispo, con gesto de generosidad, asignó dos mil pesos por su cuenta. Las demás agrupaciones indígenas se manifestaron tan entusias- tas como los piuranos. Las referidas escuelas funcionarían como internados. El obispo inquieto expone su programa a Carlos lll en su carta del 15 de mayo de 1786, junto con los medios que debían ponerse en práctica para su puesta en marcha, Dice así la referida carta: «Condolido de verlos en una triste cons- titución y deseoso en cuanto alcanzan mis esfuerzos por principios de humanidad, de justicia y de religión de irlos disponiendo para que comiencen a ser verdaderos hijos de Dios y de su Iglesia, vasallos sumisos, reverentes y fieles de Vuestra Majestad, y miembros más útiles de he que hasta ahora han sido a la sociedad, me puse a pensar muchas veces sobre los medios más eficaces y oportunos, y entre los diferentes que me ocurrieron, me pareció siempre digno de preferirse a los demás, el de la fundación de dos casas o seminarios de educación; uno para indios y otro para indias, con beaterio anexo a éste, a los que todas y cada una de las ciudades y villas hubiesen de enviar aquel número de muchachos de 7 a 9 años y el de muchachas de 6 a 8 años que se les señalase». Los dos internados se fundarían en Caxamarca, lugar céntrico, donde hay más copia de oficiales dls Vo

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