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como «hábiles para la industria y agricultura, muy laboriosos y aplicados, debiéndose a su beneficio, la abundancia». POSIBLE EN LO IMPOSIBLE El obispo navarro poseía dos cualidades, que en aquellas circunstancias, y con tales autoridades, se convertían en de- fectos; era demasiado intuitivo para ser y de- masiado claro para ser aceptado. A pesar de todo, siguió con sus sueños y proyectos, pues ellos lo seducen, fasci- nan, interesan, divierten y enseñan. Posee la visión finísima de las almas; visión y audición sutiles hasta lo maravilloso; escucha las almas de aquella raza vencida y dolorida, les oye el hastío, la ternura, la me- lancolía en sus caras inexpresivas. Su mirada de pastor es tan atenta, lo mismo mirando las cosas que mirando las almas, y ajeno al efectismo del asunto como al estilo, gusta de hacer ver los pequeños dolores, que son inmensos a ve- ces, más grandes que las catástrofes morales. Brasa en su amor a las almas; brasa su angustia, brasa tremenda su an- sia de perfección. Logra oír el clamor escondido de las al- mas, porque es más difícil percibir el suave oleaje de los trigales que la palpitación del follaje tropical. Lo que más le afligía era el bajo nivel espiritual de sus diocesanos, y puso especial empeño en que ningún pueblo, por pequeño que fuera, careciese de pastor, y además recl- biesen periódicamente cursos intensivos de catequesis. Por esto pensó en la fundación de tres Seminarios de Operarios icos y los edificó en Piura, Saña y Caxamarca, de donde habrían de salir los clérigos, por turno, a recorrer las poblaciones del distrito, predicando y ejerciendo su mi- nisterio, de modo que su acción se extendiera hasta los más pequeños lugares. Con esto subsanaba la falta de párrocos, y podemos decir que nuestro obispo se adelantó a su tiem- po, ya que tal iniciativa se ha copiado en diócesis de Europa y América en nuestros días, siendo este medio utilísimo, y quizás el único, para mantener a los fieles al tanto de sus deberes espirituales. Podía contar con un sacerdote para cada 1.259 fieles dio- cesanos; pero deseaba perfeccionar la instrucción diaria de los curas, por medio de especialistas en catequesis y en pre- dicación. El problema escolar se presentó más difícil, por razón de que había que formar a los maestros y después pagarles su mensualidad; nuestro biografiado logró fundar 52 escuelas, que debían ser frecuentadas por todas las razas para su me- jor integración; primero el obispo dictó sus Instrucciones para formar maestros en base a una Normal; después dio a cono- cer su deseo de que todo pueblo de 200 habitantes debía tener su escuela, donde además de los conocimientos pri- marios, se diesen nociones de agricultura, según sus pala- bras, «ofreciéndome yo mismo, cuando otro menos ocupado y de más salud y conocimientos no lo hiciese, a formar un compendio o catecismo breve y claro de los elementos de la agricultura teórica y práctica, por preguntas y respuestas» (Carta al rey 5-11-1787). El prelado es partidario de la escuela primaria obligato- ria, inculcando a los curas el cumplimiento de esta orden, y a Us

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