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es asperezas de cumbres y barrancos, sin más terrenos de cultivo que las hendiduras abonadas con las cenizas. Sin embargo, el verdor lo llena todo, hasta las corrientes petrificadas de lava. En el horizonte grandioso surgen los Cevennes, y se divisa entre brumas el Mezenne, con el telón volcánico de fondo del Gerbier de Joncs. Todo está lleno de murallas rocosas, como si todos los volcanes que desarrollaron su actividad en esta región, hubieran estado encerrados en un cráter común de proporciones fabulosas. Al norte de la roca Corneille se alza un puntiagudo peñasco gris, la Aiguilhe, prolongado con la iglesia románi- ca de San Miguel. Una escalera de doscientos peldaños, excavada en la roca, permite subir hasta el templo. En época moderna fue erigido un tercer monumento a San José sobre otra de las rocas basálticas eminentes. La población existe al menos desde la época galo-ro- mana. Se llamó Anicium. Plaza fuerte destruida por los bár- baros, desde antes del cristianismo era ya un lugar cúlti- co al que acudían en peregrinación las gentes y los en- fermos, para obtener curación en la «Fuente de la Salud» y al contacto con la «Piedra de las fiebres», un megalito procedente de un monumento druídico, probablemente un dolmen. Los dolientes debían acostarse sobre la piedra para ser curados, según se lee en la inscripción medieval grabada en ella: «Plebs, hac rupe sita, —fit sana, sopore potita. Si quaeras quare, —virtus adscribitur arae». (Quienes se coloquen en esta piedra adquieren la sa- lud durmiendo en ella. Si preguntas por qué, tal poder re- side en el altar). En un pequeño patio entre el ábside y la torre, se em- potran en el muro relieves escultóricos galo-romanos que enmarcaron la «Fuente de la salud». Unos versos recuer- dan la eficacia medicinal de las aguas del pozo contiguo: «Fons ope divina —languentibus est medicina, subveniens gratis —ubi defecit ars Hipocratis». (Esta fuente es medicina para los enfermos, por obra divina, dando remedio gratis cuando falla la ciencia de Hi- pócrates). Al llegar el cristianismo siguieron las peregrinaciones las prácticas supersticiosas en torno a la piedra y a la uente milagrosa. Ambas se conservan en la catedral, Al culto pagano sucedió el de Santa María y San Miguel. Sur- gierón luego las leyendas pues: Una mujer, atacada de fiebre, se acostó sobre el mega- lito, quedando dormida toda la noche, Recibió en sueños un aviso de la Virgen para que visitara al obispo Georgius, evangelizador del Velay (siglo 111), con el encargo de que edificara un templo a Santa María. La nieve señaló el es- pacio elegido, y un misterioso ciervo trazó un cuadrilátero en torno a la losa druídica. El prelado mandó rodear el espacio de un cerco de espinos. En el siglo V, un paralítico de Ceyssac se acostó sobre la piedra santa. La Virgen le anunció en sueños que esta- ba curado, pidiéndole que fuera erigida en aquel lugar una capilla y se trasladara allí la sede episcopal. Eran tiempos de invasiones bárbaras. El texto del mensaje mariano, re- dactado en francés antiguo, dice así: «Va et annonce a Vouzi l'evesque ce que tu as veu, et lui dy quíen reméde et salut des languissants et de pécheurs, face icy édiffier en mon nom une maison en laquelle le siége épiscopal soit translaté». (Vete y anuncia al obispo Vouzi lo que has visto, y dile que, para remedio y salud de los enfermos

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