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Y en el sitio donde se hizo inmóvil, que dista como treinta pasos de donde se halló pusieron un humilladero con otra imagen de Nuestra Señora, que se conserva pa- ra memoria del prodigio». El primer núcleo de población franca se estableció a la derecha del Ega, en torno a la «rúa» Mayor o de los Peregrinos, donde se erigió una iglesia parroquial dedica- da a San Pedro, titular también de la vieja iglesia («eliza- zarra») de Lizarra. Los francos trajeron sus devociones particulares. Entre ellas la de San Martín de Tours, a quien erigieron un templo en la plaza que llevó su nombre, cora- zón palpitante del barrio más comercial y más concurrido de Estella, y las de Santa María de Rocamador y Santa Ma- ría del Puy, tres advocaciones de otros tantos santuarios harto conocidos y venerados en Francia por los peregrinos de Europa. La ciudad creció, creándose nuevos barrios: San Miguel, San Juan, el Arenal, Sancho el Sabio les otorgó fueros. El fuero de Estella servirá de base al fundarse otras poblaciones, como San Sebastián. El año 1237 las cortes del reino, reunidas en nuestra ciudad, lograrán re- copilar la llamada «Compilación pura de Estella». Desde el alto, desde el Puy, Santa María contemplaba la actividad de los francos en las tiendas, en los molinos de pan y batanes, a los tundidores de paños y a los cur- tidores, a los judíos de la aljama emplazada «jus del Cas- tillo», a las tropas albergadas en los castillos roqueros de Belmecher y Zalatambor, morada en tantas ocasiones de nuestros soberanos, a los peregrinos que, por miles, cruza- ban el puente y las rúas, camino del Portal de Castilla y del Sepulcro esperado, a los labriegos que ganaban a dia- rio su pan regando la tierra con el sudor de la piel, a la clerecía secular y regular, que cantaba el oficio divino en las numerosas iglesias, monasterios y conventos. LE PUY-EN-VELAY Una de las cuatro rutas jacobeas principales que sur- caban la geografía de Francia para confluir en la villa navarra de Puente la Reina, según el texto del Códice Ca- lixtino, partía de la ciudad de Le Puy, capital departamen- tal del Alto Loira, El paraje en que se enclava es de una belleza singular, cantada por escritores poetas. La ciu- dad, con su casco viejo rodeado de murallas, en gran parte conservadas, y la urbanización moderna, extiende su case- río al pie del monte Anis, rematado por la roca Corneille. Sobre ésta se yergue la colosal imagen de bronce de «Nuestra Señora de Francia», de veintiún metros de altu- ra, incluido el pedestal, hecha con el metal de los caño- nes tomados por los franceses a los rusos en el sitio de Sebastopol (1854). Por una escalera interior puede subirse hasta la corona de la estatua, magnífico observatorio de la ciudad y del extraordinario panorama que la rodea. Desde aquí podemos evocar la descripción hecha por la vehemente escritora romántica, Armandina Aurora Dupin, más conocida por el seudónimo que la inmortalizó, George Sand. La comarca no es Suiza ni Italia. Es la Francia cen- tral con todos sus Vesubios extinguidos, revestidos de una vegetación espléndida. No hay llanuras fértiles. Todo pe, A
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