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so portentoso, mientras los rebaños pastaban por estos lu- res. e Merece la pena leer el relato dieciochesco del cronista local, don Baltasar Lezáun y Andía, en el capítulo tercero de sus «Memorias históricas de la Ciudad de Estella», y disfrutar de la ingenuidad fresca que rezuman sus palabras. «En el año que se ocupó, por sitio, la ciudad de Toledo por el rey don Alonso Sexto de Castilla (que fue en 24 de agosto de 1085), unos pastores velaban sus ganados sobre un cerro eminente cerrado de espesos matorrales y ca- rrascas, y vieron en la mayor oscuridad de la noche unas lucidiísimas estrellas que parece TA sus rayos refulgen- tes sobre aquella eminencia; repetida la maravilla en otras noches, excitó la sincera piedad de los pastores a inquirir el secreto de aquella portentosa demostración de luces, y reconociendo cuidadosamente el sitio a que apuntaban las estrellas, hallaron en una gruta, cerrada de espinas, la me- jor rosa de Jericó, una imagen de Nuestra Señora la Virgen María que en la palma de su mano siniestra tenía el Niño Jesús; Madre e Hijo, de extremada hermosura, en que ni la oscuridad del sitio ni el transcurso de los siglos habían dis- minuido la belleza de la imagen. Difundióse el maravilloso hallazgo por toda la comarca, y la clerecía del lugar de Abárzuza, situado a una legua de aquel cerro, avisada por los pastores, vino a reconocer el prodigio, de que dio aviso al obispo de Pamplona, que, es- timulado de su devoción, vino a el sitio, y pareció a todos no defraudar el religioso ánimo del rey don Sancho Remí- rez (que lo era de Navarra y Aragón), de tan feliz anun- cio. Hallábase este glorioso monarca en aquella ocasión en el sitio de Toledo, asistiendo con sus tropas al rey don Alonso de Castilla, su primo, para la conquista de aquella ciudad, y bañado de gozo el rey don Sancho, de que el cielo visitase su Reino con tal favor, dejando su ejército en los reales de Toledo, partió a ¡a ligera y vino a venerar lo que sus vasallos le anunciaban, y rendir su corona a los pies de María. Satisfecha su devoción con la visita de la prodigiosa imagen, trató con el Obispo de que se bajase de aquel ce- rro donde fue hallada, a lo más llano donde ahora está la ciudad o la iglesia de Lizarra (que otros dicen estaba ya fundada en este tiempo), para que con mayor comodidad y frecuencia fuese de todos venerada la imagen; resueltos el rey, obispo y demás concurso a bajar la imagen, a los primeros pasos se hizo ésta inmoble, con una oculta y maravillosa resistencia, sin que fuerzas humanas fuesen bastantes para pasarla adelante, manifestando María San- tísima con este prodigio, que quería fuese venerada en el mismo sitio en que se halló; y así cedieron todos de su empeño y volvieron a colocar la imagen en el mismo si- tio en que fue hallada por los pastores, donde se labró ca- : pilla con la mayor decencia; y contigua a ella, una casa para hospedarse el rey cuando con su fervor repitiese vi- sitas a la veneración de la imagen. Y publicado por todo el reino, fue innumerable el con- curso de los devotos que venían a ver la santa imagen; y deseosos de avecindarse a su sombra, excitó al rey don Sancho a que hiciese de nuevo o aumentase la población de Estella, dándole por armas una estrella que fuese per- petuo recuerdo de su fundación, y los nuevos pobladores se dice que pusieron en la capilla antigua de la Virgen unos versos que decían: «Esta es la Estrella que bajó del cielo a Estella para regalo. de ella». cias ión

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