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fue colocada en la explanada de la basílica mariana una lápida conmemorativa. Mientras duraron las obras, las ro- merías de los pueblos eran recibidas en el patio exterior, en cuyo pórtico se emplazó un altar provisional. Las obras iniciadas en. 1931 se iban prolongando. El ca- pellán que las vio iniciar, don Juan Goicoechea, fallecía el 29 de septiembre de 1949, a los ochenta años de edad y cuarenta y ocho al frente de la basílica. En abril de 1951 se retiraron los andamios. La decoración interior estaba ter- minada. El día de San Marcos fue consagrado el nuevo al- tar por el obispo don Enrique Delgado Gómez. Era pre- ciso caldear los ánimos para la fiesta inaugural. La Cofradía del Puy hizo los preparativos, imprimiendo el Himno y la Aurora tradicional del 25 de mayo, fiesta de las apari- ciones, recabando la participación del Orfeón Estellés y de la Banda municipal, promoviendo la asistencia de los pue- blos comarcanos, constituyendo la Corte del Puy, y organi- zando un novenario los días 16 al 24 de mayo. El ayunta- miento editó un lujoso programa de las fiestas, invitando a los actos inaugurales. La prensa diaria navarra colaboró también publicando crónicas y trabajos en prosa y verso, especialmente «El Pensamiento Navarro» con la tirada de un suplemento ilustrado el día 24 de mayo, víspera de la solemnidad. El día de la conmemoración de las apariciones, 25 de mayo, la explanada se llenó hasta los bordes. Celebró la misa pontifical el obispo de la diócesis. Cantó el Orfeón Pamplonés, acompañado de órgano y de la Orquesta Santa Cecilia. Obispos, autoridades, banderas, clarineros, maceros, gaiteros y danzantes, prestaron al acontecimiento el tipis- mo local. Unos años más tarde, con motivo del año Mariano de 1958, Estella puso sobre la cabeza de su querida patrona el testimonio de su devoción. La Virgen del Puy fue coro- nada canónicamente el 25 de mayo en la explanada de la estación de autobuses, que desde entonces lleva el nom- bre de «Plaza de la Coronación». Era el digno colofón de unos siglos de devoción creciente de Estella hacia su ve- nerada imagen. SALA DE LOS GENERALES En el ala derecha de las construcciones adosadas al templo, inmediata a las habitaciones del capellán, una sen- cilla habitación sirvió de prisión a los generales Guergué, Carmona, García, Uriz y Sanz, antes de ser pasados por las armas el 18 de febrero de 1839. El letrado Ibáñez, secretario del Infante-Rey, llegó horas más tarde para sufrir la misma pena. Fue un asesinato cometido sin hacer siquiera un previo juicio sumarísimo, sin un tribunal mili- tar, sin jueces, testigos ni defensores, El auditor de gue- rra, Arízaga, dio su aprobación después del fusilamiento. El informe enviado por Maroto a don Carlos menciona la orden dada al Gobernador militar de Estella para detener a los generales, después de haberse comprobado una su- blevación militar. Aquel 18 de febrero de 1839, un día frío y gris, como arrancado de la «Sonata de invierno» que Valle Inclán sitúa — 21—

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