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lles de Yerri, la Solana y la Berrueza, y la merindad de Estella, los días 20 al 24 de septiembre. Los actos estu- vieron presididos por el Cristo de San Juan, acompañado por la Virgen del Puy y la reliquia de San Andrés. En el acto de clausura, celebrado en la plaza de los Fueros, es- tuvieron presentes unos once mil fieles. Poco antes de iniciarse la procesión final, un viento huracanado sacudió el damasco que servía de fondo al retablo, precipitando al sue- lo la imagen de la Virgen del Puy, rompiéndosele la mano derecha, abollándose la corona y sufriendo desperfectos en los dedos del Niño. Se hizo la procesión, subiendo luego al Puy, La presidía don Santos Beguiristáin, quien propuso a los asistentes hacer una colecta para reparar los desper- fectos de la efigie. Los fieles respondieron con entusias- mo. Lo recauda superó con creces el importe de los arreglos. Con este motivo se volvió el Niño a su primitiva posición. El día 20 de septiembre de 1946, en el corazón de Pam- plona, era coronada y proclamada reina de Navarra la ima- gen de Santa María la Real o del Sagrario, con el viejo ceremonial de los Teobaldos y de los monarcas de la casa de Evreux, alzándola sobre el pavés a los gritos rituales de «Real, Real, Real». Numerosas imágenes marianas del viejo reino acudieron para hacer la corte a la Reina. La Virgen del Puy abandonó su otero para tomar el Camino de los Peregrinos. La Junta de Obras del Puy se encargó de organizar el viaje y el traslado. Escoltaban la artística ca- rroza mumerosos coches. La acompañaron el ayuntamiento de la ciudad, la banda de música, cantores, auroros e infi- nidad de estelleses. A su paso por los pueblos del trayecto, fueron recibidos y despedidos por los párrocos y las gen- tes. Llegados a Pamplona, la comitiva se encaminó hacia la catedral, donde se concentraron las imágenes marianas en el romántico claustro gótico. La nuestra fue colocada en la capilla de las Navas. La plaza del Castillo fue escenario de la coronación de Santa María la Real, actuando en la ce- remonia el cardenal navarro don Manuel Arce Ochotorena. Terminada la fiesta, la Virgen del Puy regresó a Estella el 23 de septiembre. En lugar de volver por la Ruta Jaco- bea, lo hizo por el camino de Val de Echauri con el fin de detenerse en Abárzuza, el pueblo de los pastores, testigos de las apariciones y avisadores de su existencia a la cle- recía del lugar, según la tradición medieval. El nombre de esta villa figura en la calle del Puy, junto al santuario, como si las autoridades hubieran reconocido el valor de la leyenda. Durante unas horas permaneció la santa imagen en la iglesia parroquial de Abárzuza, obsequiada por los re- zos y los cantos de sus fieles devotos. Por fin regresó a Estella, donde la esperaban las autoridades, subiendo a su templo, precedida de la reliquia de San Andrés. Un año antes, el 25 de mayo, fue reorganizada la Co- fradía de la Virgen del Puy, asociando unos dos mil afilia- dos, con el fin de promover, difundir y aumentar el culto a la Virgen, mejorando su iglesia y los servicios de culto. Los estatutos disponen que la Junta rectora esté presidida por un sacerdote residente en Estella, nombrado por el obispo diocesano a propuesta de la Junta de Gobierno, ac- tuando como secretario el capellán del santuario. El Alcalde de la ciudad es Presidente de Honor. Las fiestas de la proclamación del dogma de la Asun- cion no pudieron celebrarse en el Puy por hallarse en obras. Se eligió la iglesia de San Miguel, donde se celebró un solemne triduo comenzado el 1 de noviembre. Al finalizarlo, ás
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