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arquitectura de las almas. Es el arte del más allá, en que están cumpliendo una tarea gloriosa. El cuerpo, que desde tiempos antiguos se consideraba como signo de lo malo y lo torpe, desaparece í, convirtiéndose en la Santa Ma- teria de San Francisco Asís y de Teilhard de Chardin, colaborando con Dios en la nueva creación. Detrás del ábside y en el exterior, una placa de hierro recuerda el fusilamiento de los generales carlistas por Ma- roto, el 18 de febrero de 1839. De la linterna del crucero, con techo de madeia tallada, pende una lámpara votiva, de ocho vértices, como en el escudo de Estella, ofrendada por la familia Ruiz de Alda, en recuerdo de los familiares muer- tos en accidente aéreo en Copenhague (1950). Bajo la gran estrella dodecapétala se cobija el altar de la Virgen, rodeado de un espacio circular, que permite a todos mirar y admirar la imagen. El altar es de mármol blanco, con la mesa de una pieza de más de tres metros de largo, apoyada en seis columnitas. Una hornacina cua- drangular enmarca el sagrario, en cuya puertecita aparece el Salvador, sentado y bendiciendo al modo griego, dentro de una mandorla rodeada del Tetramorfos. Al pie del sa- grario va el nombre del artista: «Xabier Corberó, Barcino- nensis, fecit MCMXLI». IMAGEN DE LA VIRGEN DEL PUY Sobre el altar y bajo baldaquino de bronce, brilla la es- cultura de la titular, de madera oscura, chapeada en plata, sentada sobre una arquilla. Cuando el jansenismo predicaba en el siglo XVIl un cristianismo podado de todo lujo, Es- paña respondió vistiendo sus imágenes de joyas y sedas, como una protesta. La imagen del Puy fue dotada también de vestidos y mantos riquísimos. Fue la ruina de muchas imágenes, mutiladas para y coo ens vestidos. Nada sufrió la nuestra, aunque el Niño fue descentrado para ajustar la indumentaria. La escultura es gótica. Nada hay en ella del hieratismo románico, cuando la Virgen aparece representada como el trono de Dios, sin gestos maternales. Tendremos que lle- gar al siglo XIV para ver un gesto de cariño de la Madre, como en la Virgen de Roncesvalles. La del Puy está en un término medio, mostrando a su Hijo al pueblo. Sería inte- resante saber cómo era la primitiva imagen románica, apa- recida, ocultada o trasladada. Quizá fuera una copia de la per Puy-en-Velay, traída por francos devotos de aquella re- gión. La talla va provista de ancha franja que rodea el esbelto cuello, mientras el Niño la lleva abrochada y cerrada. De la franja afloran los pliegues de plata, ajustándose a los perfi- les del cuerpo. Un ceñidor, abrochado en el centro, se con- tinúa por los extremos ocultándose bajo el manto. Este par- te debajo de la cabellera, cayendo sobre los hombros y brazos, y recogiéndose en bellos pliegues sobre las rodi- llas, dejando ver los puntiagudos zapatos apoyados sobre la peana. La corona es postiza. Por debajo de ella aparece el velo que le cubre cabeza y espalda, dejando entrever el cabello, especialmente los rizos laterales que se enrollan en lis orejas estrechas y alargadas. Tiene la mano derecha os ica

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