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PRIORES Y ERMITAÑOS Al frente del santuario hubo un prior. Siempre se con- sideró el cargo de patronato real, circunstancia que pudiera provenir de los tiempos de los reyes navarro-aragoneses de fines del siglo XI. El derecho de presentación pasó de los reyes de Navarra a los de España, quienes lo tuvieron hasta el año 1895, en que la reina regente María Cristina renunció al derecho en favor del obispo de Pamplona. Desde entonces será el prelado pamplonés quien nombrará al prior, titulado actualmente Capellán administrador del san- tuario. El cargo de prior no fue residencial hasta el año 1794, fecha en que se preceptuó la estancia obligatoria e incom- patible con cualquier otra renta. Los antiguos priores en- comendaban las cargas a personas puestas para ello. Estos vicarios se encargaban del santuario. Los primeros priores conocidos son de patronato real. En 1337 aparece el ya mencionado don Pedro Ochoa. En 1380 lo poseía un secre- tario del rey, Pierres Magdalene, quien celebró su primera misa este año. No se tienen noticias de él después de la muerte de Carlos !l. Debió sustituirle otro empleado real, Pierres Godeille, quien aún ejercía el cargo en 1393, per- mutándolo con Miguel de Zalba, futuro obispo de Pamplona y cardenal, por una canonjía en Poitiers. Carlos |l le cedió en 1386 unos molinos junto a Estella, probablemente junto a la calle Zapatería. El molino lo disfrutaban en 1795 el Santo Hospital y la marquesa de Zabalegui, de la casa de Arínzano, pagando un censo anual de diez robos a la ba- sílica del Puy. Fue destruido el siglo pasado para evitar el desbordamiento del río Ega, ocasionado en gran parte por la presa. En el siglo XVI vivía en la basílica una mujer, llamada ermitaña o beata. A su cargo corría el cuidado y limpieza del templo y de sus dependencias, y las atenciones a los peregrinos que acudían atraídos por los milagros que con- tinuamente obraba la Virgen. De esto nos habla Lezáun y Andía, quien, al referir los prodigios, que hace subir a ochocientos, da la noticia del incendio del archivo: «Ocho- cientos milagros comprobados se conservaban escritos en un Libro antiguo de la Basílica, que se quemó por descuido de una Beata que asistía en el santuario el año de 1590». En este sentido se expresa el padre Moret en el tomo IV de sus «Anales»: «No se puede dudar que, por el honor de aquella sagrada imagen, obra Dios muchas maravillas en beneficio de los que en sus necesidades acuden a aquel santuario, que son muchos y de muchas partes». El año 1477, varios religiosos, probablemente benedicti- nos, estuvieron ayudando en el ministerio sacerdotal en

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