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A A A A = A E do lateralmente por la casa prioral y por otro edificio que hacía las veces de hospedería. Por la cara exterior, el io se cierra con una verja de hierro en la que se abre a puerta de acceso. En el lado opuesto, contiguo a la basí.- lica, tiene un pequeño soportal sostenido por columnas, que sirvió de nartex o vestíbulo. Este templo fue derribado en 1931 debido a su estado ruinoso, conservándose las cons- trucciones adyacentes. Sus dimensiones eran: 26,28 metros de largo en su eje mayor, 5,87 metros de ancho en la nave de la iglesia, 12,38 metros tenía el crucero, y la altura de la bóveda era de 10,70 metros. Los escritores han exagerado un poco al hablar de la afluencia de gentes y al pretender para nuestras basílicas estellesas del Puy y de Rocamador la calidad de santuarios internacionales. Leyendo al escritor estellés Baltasar de Lezáun y Andía (1642-1774) topamos con esta noticia: «La primitiva iglesia (del Puy) debió ser ensanchada con un crucero, dándole mayor extensión, convirtiéndose la que fue pequeña ermita en templo suntuoso con todos los adornos correspondientes». El año 1775 se colocaron las campanas. Terminada la iglesia nueva, la Virgen del Puy fue pro- clamada patrona la ciudad de Estella el año 1643. Las peregrinaciones y romerías de los pueblos de la merindad eran frecuentes y numerosas. En las grandes solemnidades, los alrededores de la basílica servían de desahogo a los romeros. COFRADIAS Y DONACIONES Don Mariano Arigita, en su «Discurso sobre los hebreos en el País Vasco-navarro», aporta el documento más anti- guo sobre el santuario del Puy. Es una escritura otorgada en el mes de enero de 1171 por Mussa, hijo de don Albo- farán, hebreo de Tudela, al comprar una viña en Estella por treinta maravedises lupinos a don Bruno Cordela y su familia, obligándose el comprador a pagar un censo anual de dos sueldos de mergules y el diezmo a la Virgen del Puy de Estella. Comenta Arigita que el pago debía ser odioso, dado el antagonismo de la raza judaica, y, por si fuera poco, se fija la festividad de Santa María de agosto para hacer la entrega de la cantidad censal. Desde 1093 existía en Estella una colonia israelita, que nunca pasó de mil personas. Existe otra escritura en el Archivo de la Cámara de Comptos, fechada el 27 de marzo de 1174, por la que el obispo de Pamplona, don Pedro de París, con la aprobación del rey Sancho el Sabio, la del cabildo de canónigos de Pamplona y la del prior don García, donó a los Sesenta cofrades de de Estella la iglesia de Santa María del Puy, sita sobre el barrio de Lizarra, poniéndoles como condición que pagaran tres maravedises de censo al obispo y sus sucesores, y dándoles derecho de enterramiento en el templo y el de elegir capellán. Ambos documentos reve- lan la existencia del santuario en la segunda mitad del siglo XII, su dependencia del prelado diocesano, y que la presen- tación de capellanes estaba en manos del rey de Navarra. El rey Teobaldo ll, en su testamento fechado en noviem- bre de 1270, legó a la cofradía de los Sesenta unas rentas y unas obligaciones: «Item, a la confrería de los Sessanta a

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