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Además, poseían la yeguada o cría de caballos, mulas y ju- mentos. Con esto resolvían el problema de la subsistencia y del transporte. Junto a la casa-misión existía una escuela. El rezo, lo mismo que la enseñanza, se hacían en idioma español y en las lenguas indígenas. Las tierras eran fértiles y abundantes. Se cosechaba con poco trabajo. Sin embargo, los visitadores venezolanos cali- ficaron de monacal y de autocracia de frailes a este régimen. MISIONEROS NAVARROS EN MARACAIBO Segregada la provincia de Santa Marta de la de Mara- caibo por decreto real, y encomendada a los capuchinos de Navarra por Fernando VI, se embarcaron en Pasajes en 1749 los siguientes misioneros: padres Felipe de Cintruénigo, Francisco de Tafalla, Francisco de Allo, León de Zuazu, Adrián de Los Arcos, José de Espronceda, Francisco de Urroz, Javier de Tafaila, Andrés de Los Arcos, Fausto de Iturgoyen, José de Autol, y el hermano Alejandro de Cintruénigo. Al poco tiempo de su llegada pidieron al rey una escolta, pues los motilones, indios salvajes, eran de indomable fero- cidad. En su carta al rey, el P. Andrés de Los Arcos indica que la escolta es para defender las escuelas, dar la instrucción, recorrer el país, abundante en hierbas medicinales, resinas y aceites, notar la variedad de animales, algunos nunca vistos. Recordando las almadías de los ríos navarros, alude a la gran abundancia de madera preciosa, como cedros, veras, ébano y caoba, que podría ser explotada y conducida por el río Apón hasta el lago de Maracaibo, para ser embarcada. Pre- senta reclamaciones contra los blancos, negros, zambos y mulatos, que comercian con los indios a precios abusivos. Al poco tiempo nuestros misioneros tenían su hato de ganadería que prosperó grandemente, así como plantaciones de caña de azúcar con su trapiche para moler, con cuyo pro- ducto atendían a las necesidades de la misión. En 1757 de- bemos fijar el martirio del P. Javier de Tafalla, junto con la muerte de diversos misioneros a causa de la fiebre amarilla. Otto Maas, franciscano alemán, afirma que en 1775 llegó una segunda expedición de navarros, diez misioneros en to- tal, para las misiones de motilones y goajiros, entre los cua- les tenían para esa fecha dieciséis pueblos con indios de dichas tribus. En 1793 el comandante general y gobernador de Maracai- bo coronel don Joaquín Primo de Rivera, comunicó a log mi- sioneros navarros que habían introducido en gran escala el cultivo del algodón, había repartido 200 tornos entre familias pobres, y trataba de fundar una fábrica de tejidos. Deseaba saber si las tierras de la misión podrían unirse a este mo- vimiento industrial. Contesta el P. Patricio de Los Arcos, di- ciendo que de esa manera se puede suprimir la ociosidad que reinaba en Maracaibo. Mirando sus fines y pensando sus razones, la misión en su autonomía, se une al movimiento industrial. La gran riqueza desarrollada por nuestros misioneros fue ia del cacao y los plátanos, juntamente con la construcción de lanchas y piraguas para su transporte. Gane a

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