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cios son los negocios y el judío seguía pujando. Encontróselo fray Francisco un día que pasaba junto al puerto y le rogó que desistiera de su pretensión y les dejara contratar el porta ya que los protestantes holandeses invadían las tierras e j El judío burlóse de los misioneros, y fray Francisco, olvi- dando su condición, lo aferró con sus fuertes manos, lo le- vantó en vilo, y ya lo iba a arrojar al Guadalquivir cuando oyó las voces de su compañero: —Cuidado, hermano Francisco, mira que te pierdes, mira que te condenas... Fray Francisco, haciéndose violencia al principio, mas so- segado después, bajó al israelita, lo depositó con cuidado en el suelo como si fuera un niño y le pidió perdón por aquella furia que en ocasiones le salía a la superficie. El judío, impresionado por aquella humildad y contento de haber escapado con vida del lance, renunció a la adquisición del barco y pudo prepararse la expedición. Nadie podrá sos- pechar que aquel viaje iba a promover un verdadero incendio misional entre los capuchinos de España y de Italia. RUMBO AL AFRICA Un día 20 de enero de 1645 salía de Sanlúcar de Barrameda la expedición en un navío de veinte a treinta metros de largo por ocho de ancho, que desplazaba unas cien tone- ladas. El P. Alessano escribe a la Congregación de Propa- ganda indicando que el éxito se debe al humilde hermano, «el mayor caballero que ha tenido España, amado del rey y de la corte». La vida a bordo se llevó con disciplina y rigidez. La mo- rralla marinera quedaba espantada al ver al antiguo señor de Redín convertido en servidor de todos. Durante la Cua- resma hubo disciplina general y por Pascua comulgó toda la tripulación. En algún momento los puños del antiguo militar tuvieron que imponer la paz entre un soldado portugués y un castellano. Fue preciso acercarse a las costas del Brasil para ende- rezar el rumbo hacia el Congo, en cuyas aguas les salió al encuentro un navío holandés con ánimo de atacarles. El capitán Falconi, genovés, pensó en rendir el barco, pero la expedición en tal caso fracasaba, y ei P. Alessano rogó a fray Francisco que organizara la defensa. Este tomó espada, rodela, casco y coraza y distribuyó a la gente en orden de batalla. Mandó ocultarse a otros en la bodega para que albo- rotasen y chocasen las armas, y esto hizo creer al holandés, . que se acercaba en una chalupa, que había un crecido nú- mero de soldados, y optó por abandonar la presa. Sólo al ver que desembarcaban tranquilamente en la costa les largó dos cañonazos que no hicieron blanco. Eran como salvas de honor al bravo marino que había logrado llevar a buen término la expedición. En los primeros años de religioso, de obediencia y limi- taciones, nuestro hermano parece algo desorientado. Pero su naturaleza resuelta era un crucero de rutas y de vocaciones encontradas. La travesía había durado cuatro meses. Los negros reci- bieron bien a los misioneros, ya que tenían sus creencias pe,

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