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402 JESÚS-LUCAS RODRÍGUEZ GARCÍA 12. Lo QUE QUEDA; ALGUNAS CONCLUSIONES Al final, parece que se vendió por 5.000 pesetas. Pero estos son aspec– tos anecdóticos, señalados aquí por ser complementarios de una historia grande, que duró muchos siglos en el esplendor, en hontanar de caridad, en centro espiritual, en sabiduría franciscana hecha a base de gente santa en el anonimato de los acontecimientos que no quedan recogidos en li– bros. Si este edificio estuviera en otras naciones, y no voy tan lejos, en otras de las regiones de España, se restauraría. Puede que lo declarasen de in– terés artístico nacional. Pero, en nuestra Castilla y León, todavía hemos de mentalizarnos mucho más en la restauración de nuestro patrimonio cultu– ral. Es más, podemos observar que las capitales acaparan los fondos desti– nados a la restauración. Sí, es lógico saber que allí hay más gente, que los pueblos de nuestra región han decaído mucho y ahora hay muchísimos menos habitantes que antes, pero ya que no podemos recuperar cosas per– didas para siempre, intentemos guardar lo poco que nos queda, luchando por ello. Ahí queda este convento, de orígenes medievales inciertos, que apro– vechó la existencia en el lugar de una ermita anterior con el título de nues– tra Señora de la Paz. Tuvo una vida próspera y sosegada. Cuando fue acu– mulando posesiones, aquellos frailes pudieron renovar y ampliar aquellos edificios conventuales para poder servir mejor a tanta gente que por aquel entonces pasaba por allí. Este conjunto arquitectónico debió de recons– truirse casi por completo en el siglo xvm. Su gran iglesia, conservada en parte, que tiene una orientación desviada de la habitual, pues su cabecera mira hacia el noreste, todavía da fe de su importancia. Debemos imaginar su iglesia como un templo monumental, amplio, que dispuso de una nave abovedada con medio cañón, de cabecera rectangular y crucero. Igual– mente, es preciso un esfuerzo mental para hacernos una idea de la belleza de la cúpula que contuvo. Aún queda, retando al tiempo, la belleza de los sillares de arenisca local de tonos rojizos, bien cincelados. Son escasos los vestigios que quedan de piedras labradas, pero todavía existen. Un ejem– plo lo podemos ver en lo que debió de ser la sacristía del templo conven– tual, en la que está una fuentecilla o lavabo, con una venera y pileta, ador– nada con tres círculos ocupados por una roseta de seis pétalos y dos estilizaciones solares. Hemos de recordar que este convento de Santa Ma– ría del Soto es uno de los monumentos barrocos más notables de la pro– vincia de Zamora. tos 108. Cfr. J. Sainz, "Monasterios y conventos zamoranos : El Soto de Villanueva de Cam– peán ", en La Opinión-El Correo, IX, Domingo, 3 de noviembre de 1996.
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