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398 JESÚS-LUCAS RODRÍGUEZ GARCÍA contra las órdenes religiosas", tuvo lugar en esta penosa exclaustración, donde "los religiosos puestos en la calle en el plazo de veinticuatro horas, hubieron de abandonar sus conventos, vendidos después por una cantidad irrisoria o abandonados lastimosamente, perdiéndose irremisiblemente entonces multitud de obras de arte y preciosos tesoros bibliográficos al ser asaltadas las bibliotecas, robando unas obras y echando otras al fuego por inútiles, según decían; además de gran cantidad de artísticos edificios, algu– nas de cuyas ruinas todavía podemos contemplar hoy con pena y vergüen– za. Por España había pasado Atila de la mano del gobierno de la nación". 98 En el siglo xrx se dieron con frecuencia las llamadas "misiones popula– res". El convento de Santa María del Soto también contaba con un buen número de predicadores como ya hemos visto. La vida consagrada de los religiosos del convento tenía un ritmo exigente de rezos y oración. El apos– tolado era frecuente dentro del ritmo normal de la comunidad; una vez sa– lían unos a predicar, y otra vez, turnándose, otros. El ritmo de vida con– ventual no quedaba roto por la ausencia de religiosos que atendían el culto, la oración, las labores domésticas, trabajos manuales dentro de la ha– cienda y, siempre en un lugar destacado, la acogida en la hospedería-hos– pital. Ya dijimos que el tránsito que ha tenido la cañada real, el camino ja– cobeo, que pasa por allí era enorme, inimaginable en la actualidad. Era un edificio lleno de vida; su próspera iglesia y su gran convento aún lo testifi– can hoy día, a pesar de que no son más que ruinas, todavía recuperables si se hiciera una inversión en él, aunque este momento urge para su salva– ción. Dentro de las misiones populares, destacaron en España los capuchi– nos y los franciscanos. Su carisma de cercanía al pueblo les hacía muy efec– tivos en ese apostolado. En los siglos xvm y xrx estas misiones tuvieron gran éxito. Los resultados eran siempre espectaculares, por eso los gober– nantes los utilizaron muchas veces con fines políticos. Las misiones popu– lares fueron un activador religioso de primer orden. La voz de los misio– neros estremecía a los pueblos. Tras la muerte del rey Fernando VII en 1833, como estamos viendo, se suceden revoluciones que despojan a la Iglesia de sus bienes y de sus frai– les. Esta doble pérdida produjo la caída del culto en las iglesias y el cese de las actividades pastorales ejercidas por las órdenes religiosas. Pero las for– mas de religiosidad no se pierden del todo (la Semana Santa, las procesio– nes del Corpus, las peregrinaciones) . La fe que parecía enterrada en ceni– zas se avivaba al menor soplo. Los católicos se dieron cuenta de que tenían que buscar una religiosidad más profunda. 98. Manuel de Castro,"La provincia franciscana de Santiago. Ocho siglos de historia" en Liceo Franciscano, 106-108 (1983) 74-75.

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