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396 JESÚS-LUCAS RODRÍGUEZ GARCÍA Esta tempestad antirreligiosa se expansionará más adelante hacia Bar– celona, Zaragoza, Murcia, Valencia. 94 La exclaustración se efectuó de forma escalonada. Primero vino un de– creto (25 de julio de 1835), por el que quedaban suprimidos los conventos de menos de doce religiosos fijos. Al margen de este decreto, las autorida– des locales o provinciales se incautaron, por su cuenta, otros conventos que no se comprendían en tal decreto. El 11 de octubre de 1835 se promulgará otro decreto por el que, entre otras cosas, se disponía que no hubiese más de un convento de la misma orden en cada ciudad. Mendizábal, ministro de hacienda de la época, expedía el 8 de marzo de 1836, un decreto que decía: "Quedan suprimidos todos los monasterios, conventos, colegios, con– gregaciones y demás casas de comunidades o de instituciones religiosas de varones... existentes en la Península, Islas adyacentes y Posesiones de Espa– ña en África". En julio de 1837 las Cortes Constitucionales elevarán a la categoría de ley el citado decreto. Al corrupto gobierno de entonces le faltó tiempo pa– ra incautarse de los conventos, iglesias, huertas y demás bienes o enseres para apropiárselos, venderlos o dilapidarlos a su talante. 95 Joyas históricas, artísticas, culturales, centros de caridad y de hospitali– dad durante siglos, desaparecerán. Serán destruidos monasterios como el de Moreruela, Valparaíso. 96 94. Cf. Buenaventura de Carrocera, La provincia de frailes menores capuchinos de Casti– lla, Vol. JI, Madrid 1973, 364-365; citando a Vicente de la Fuente, Historia eclesiástica de Espa– Fza, Vol. VI, Madrid 1985, 214 ss. 95. Cf., Alberto González Caballero, Los capuchinos en la Península Ibérica. 400 años de historia (1578-1978) , Sevilla 1985, 65-66. 96. El monasterio de Val paraíso, en Peleas de Arriba, cercano a Villanueva de Campeán fue otra víctima del expolio más irrecuperable. Fundado en 1137 por Alfonso VII en el lugar de Bellofonte, junto a Peleas de Arriba, será un renombrado centro eremítico. San Martín Cid, que vivía de forma eremítica, va a ser su primer abad. En 1137 también llegan monjes de Claraval, mandados por el mismo san Bernardo a petición de otro Bernardo, el obispo de Za– mora, que así se llamaba. En 1152 se convierte en abadía. En 1232, Fernando lII el Santo, rey de Castilla y León, traslada el monasterio a Valparaíso, lugar donde él mismo había nacido por casualidad. Los reyes Alfonso X el Sabio, Sancho IV, Alfonso XI, Enrique III, Juan II, Carlos V y Felipe V y los papas desde Gregorio IX hasta Inocencio XII, lo colmarán de honores confirmando sus privilegios y haciéndole nuevas concesiones. Los restos de este monasterio son mínimos. Sus piedras de sillería forman parte de las construcciones de los pueblos vecinos. En el lugar de emplazamiento queda, escasamente, su traza, algo de los muros de las dependencias accesorias y algún subterráneo como bodegas y

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