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EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MARÍA DE LA PAZ DEL SOTO (VILLANUEVA DE CAMPEÁN) 395 Tras casarse la reina Isabel II con su primo, Francisco de Asís de Bar– bón, los carlistas vuelven a sublevarse pues hubieran deseado ese casa– miento de Isabel II con el conde Montemolín (hijo de don Carlos) . En medio de este ambiente irrespirable de violencia y de caos, se suce– derá la vida. Los últimos años de vida del reinado de Isabel II seguirán la misma tónica. La decadencia moral, política, económica se juntará en una España que daba la sensación de mareo generalizado. En este marco ambiental tiene lugar la exclaustración religiosa. La lla– mada "desamortización" de los bienes de los religiosos se hizo horrible– mente mal. "Autores antiguos y recientes de ideologías opuestas atacan unánimemente la ejecución del programa desamortizador, porque, en lu– gar de ser una verdadera reforma agraria, se transformó en una transfe– rencia de bienes de la Iglesia a las clases económicamente fuertes. Es de– cir, que fue una especie de reforma agraria, pero al revés, pues vino a hacer más mísera la situación del campesinado meridional, originando, en cam– bio, una nueva oligarquía -la de los "nuevos ricos", con su castillo roquero en los registros de la propiedad-, llamada a defender por muchas décadas el poder político de España". 93 La exclaustración fue un hecho terrible para casi todas las órdenes re– ligiosas de varones en España. Suele fijarse la fecha de la gran exclaustra– ción el año 1835; sin embargo, parece más acertado el fijarla en 1836. En el verano de 1834 tuvieron lugar trágicos sucesos cuyo blanco fue– ron los religiosos y sus conventos. El anticlericalismo, por desgracia tan propio de España, tuvo una de sus épocas negras a partir de las conocidas "matanzas de frailes". El mes de julio de 1834 es de triste recuerdo para la Iglesia española y de modo especial para las órdenes religiosas. La noticia de que el infante don Carlos estaba en Navarra (acusando a los religiosos de fomentar su causa), las víctimas que el cólera morbo comenzó a causar, fueron tomadas como pretexto para que extremistas llevaran a cabo los planes que tenían tramados. Corrieron la voz los días 15 y 16 de julio de que los estragos cau– sados por la peste se debían al envenenamiento de las aguas de Madrid efectuado por los frailes. Una abigarrada muchedumbre, sin control algu– no y capitaneados por los jefes del movimiento revolucionario, se lanzó a la calle el día 17. Asaltó primero el Colegio Imperial de los jesuitas y lue– go los conventos de Santo Tomás, de San Francisco el Grande y de La Mer– ced, dándose bárbara muerte a un total de 100 religiosos. 93. Vicente Cárcel Ortí, "El liberalismo en el poder (1833-1868)" en Historia de la Igle– sia en España. La Iglesia en la España contemporánea, Vol V, Madrid 1979, 139, citando a A. Ubierto-J.Reglá-J.M.Jover-C.Seco, Introducción a la Historia de Espm1a, Barcelona 1970, 556.

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