BCCCAP00000000000000000001724

EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MARÍA DE LA PAZ DEL SOTO (VILLANUEVA DE CAMPEÁN) 391 Virgen Inmaculada, el santo de la tercera orden franciscana seglar, san Ro– que, lo mismo que san Antonio de Padua muestran el paso del mundo franciscano por estas tierras. El estudio que nos hemos propuesto es sola– mente de carácter histórico. Es una pena que no podamos meternos con la vida espiritual vivida en los conventos franciscanos: amor a la oración, tiempos de ayuno, la cercanía del mundo franciscano a la gente, la predi– cación evangélica, la limosna caritativa, la acogida en sus casas como úni– ca esperanza para los pobres o para los enfermos (en tiempos, siglos, en los que la actividad caritativa de la Iglesia era la única existente tanto en hos– pederías como en escuelas, y hospitales). Esta etapa del estudio de la vida espiritual y conventual (con sus rezos, estudios, disciplina, austeridad) la dejamos para posteriores trabajos de investigación, para estudios hechos más en profundidad. 11. EL CONVENTO DE VILLANUEVA Y LA EXCLAUSTRACIÓN En los pueblos de esta zona no es común la existencia de conventos. Fue– ra del monasterio de Valparaíso, en Peleas de Arriba (dela orden cistercien– se, vulgarmente llamados "bernardos"). Eso nos demuestra una vez más la importancia del lugar donde los hubo, donde brilló un día tanto esplendor. En el siglo XIX se hizo más daño al patrimonio histórico, artístico y re– ligioso de España, que en el resto de las guerras habidas en el conjunto de los siglos anteriores. Este fatídico siglo de decadencia y destrucción comienza con la dolorosa invasión napoleónica, con sus guerras, saqueos, destrucciones sin sentido. En la invasión napoleónica se suceden persecuciones contra el clero secular y re– ligioso. Los atropellos del ejército francés no intimidan a muchos de los inva– didos."Aquellos frailes que en 1808, como manifiesta un cronista franciscano, oían el toque de generala como si escucharan la campana de obediencia, y manejaban el fusil con el mismo fervor que el breviario; o aquellos curas gue– rrilleros, como Jerónimo Merino o Manuel Santa Cruz, que personificaban la identidad de la "santa causa" con la defensa de la tradición. Acaso nadie tan exaltado y romántico como fray Antonio Marañón, "el trapense", caudillo del ejército de la fe, monje y soldado, que en sus arengas militares utiliza citas de la Biblia y consejos ascéticos, que alienta a sus seguidores con el premio de la eterna bienaventuranza y amenaza a sus enemigos con los castigos inferna– les. Figuras románticas todas ellas, irracionales y explosivas, suscitadoras de entusiasmos o de odios, pero,en cualquier caso, típicas de un pueblo donde la religión era sentida de forma intensa y primaria". 87 87. Manuel Revuelta González,"Religión y formas de religiosidad" en Historia de España (Ramón Menéndez Pida/), XXXV La época del romanticismo (1808-1874) , Madrid 1989, 219.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz