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EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MARÍA DE LA PAZ DEL SOTO (VILLANUEVA DE CAMPEÁN) 369 te y el pergamino se le cae al suelo. La reina Isabel la Católica, que estaba allí, continuó leyendo el mensaje. En un clima de silencio, se retirará a un monasterio a meditar la carga que se le había venido encima. Ser arzobis– po de Toledo era la más alta de las jerarquías españolas de la Iglesia. Nor– malmente aparecían en comitivas solemnes y lujosas; por el contrario, Cis– neros aparecerá en una mula parda, vestido del hábito franciscano. Su humilde aparición, recogida, era propia de la observancia que él ya pensa– ba instaurar en los conventos más relajados. Si pensaba en una reforma en la Iglesia, ésta debía partir de la reforma de los religiosos. Si tuvo que cam– biar Cisneros de vestimenta, fue por imposición de Roma. Pero en Cisne– ros había mucho más que un porte exterior. En él se iban a juntar el hom– bre renacentista, el luchador, el reformador, el misionero, el mecenas de la cultura, el alma del antiguo eremita que había sido en los riscos de san An– tonio de la Cabrera y, sobre todo, en su amado oratorio de La Salceda, cen– tro famoso de la antigua reforma de fray Pedro de Villacreces. Tras ser elevado a cardenal por el papa Julio 11, emprende la reforma de las órdenes religiosas españolas. Tras el Concilio de Trento (1545-1563) esa reforma continuará y se consolidará. Cisneros, regente de Castilla (1504) y luego de España entera (1516) , mostró grandes dotes de hombre de Estado. Su enorme actividad, repre– sentada por la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, la pre– paración de la famosa Biblia Políglota, la conquista de Orán, etc., no llevó al olvido su idea de reforma en la vida religiosa. El intenso movimiento de reforma hacia una práctica más estricta de la regla franciscana , se convierte en mayoritario entre los miles de hermanos en Europa y en las misiones de América y de Asia Oriental. 9. LA REFORMA OBLIGATORIA DE LA OBSERVANCIA FRANCISCANA EN EL CONVENTO DE SANTA MARÍA DEL SOTO Hemos señalado ya algo del importante Concilio de Trento (1545- 1563). Este Concilio Ecuménico número XIX, se reunirá en Italia, cerca de los países germánicos dónde se había extendido el protestantismo. Ade– más de definir la fe sobre los puntos negados por los miembros de la Igle– sia de la Reforma: sacramentos, fe, justificación, etc. , emprende una seria reforma de la Iglesia reclamada desde hacía ya tiempo. Sus decretos fue– ron confirmados por el papa Pío IV el día 16 de enero de 1564. Sin embargo, será san Pío V, papa de 1566 a 1572, primer pontífice ele– gido después del Concilio de Trento, quien deberá aplicar los decretos de allí emanados en un clima de guerras religiosas que devastarían por aque– llos años a Europa. Pío V, antiguo fraile dominico, restauró la disciplina en muchas órdenes religiosas. Para unificar la liturgia hizo fijar un único misal

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