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EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MARÍA DE LA PAZ DEL SOTO (VILLANUEVA DE CAMPEÁN) 365 iban apareciendo por donde los franciscanos de la primera orden predica– ban) y que en su día pidieron a los frailes de la tercera orden regular que se hicieran cargo de su ermita. Hubo terciarios seglares con el carisma ere– mítico penitencial. 7. ESPIRITUALIDAD DE LOS SEGLARES EN LA EDAD MEDIA Como estamos comprobando, el tema que intentamos aclarar necesita constantemente de ilustraciones ambientales. El mundo medieval era, ade– más de complejo, muy diferente al mundo de nuestros días. La espiritualidad de los seglares ha tenido unos matices constantes a lo largo de los siglos y otras características propias de cada época. Se ha da– do la vivencia de una fe popular sencilla y se ha conocido la experiencia de grupos de cristianos, con una mínima organización, ligados a eritas, iglesias o monasterios. Mucho seglares vivieron a lo largo de los siglos en el "ardo" o "status poenitentium", sumisos a la vigilancia del obispo, o del abad de una comu– nidad monástica o de los párrocos del lugar. Fue éste estadio intermedio entre los simples fieles y el estado clerical. La influencia de estos grupos de hombres y mujeres no ha sido todavía suficientemente estudiada dentro de la historia del cristianismo. Estos pe– nitentes vivían en el temor del juicio, alimentaban en sí y difundían el sen– tido del pecado, llevaban una vida exigente de austeridad. Encontraban en la confesión y en la dirección espiritual el apoyo del que tenían necesi– dad. Eran asiduos a la liturgia eucarística y al rezo del oficio divino. Faltos de cultura, buscaban alimentar sus devociones privadas componiendo fórmulas de fácil aprendizaje como letanías, invocaciones a María, jacula– torias, etc. La devoción popular del siglo XII se caracteriza por un culto cada vez más sentido hacia Cristo sacramentado. Hombres y mujeres penitentes acogieron muy pronto el carisma fran– ciscano. En 1298 Nicolás IV les dio una nueva e importante Regla. Estos hermanos de la tercera orden franciscana , que recibían también el nombre de apóstoles o hermanos apóstoles, se distinguieron por su pobreza y cari– dad; también por una cierta semejanza con otros movimientos del tiempo (fraticelli, beguinas y begardos) que fueron perseguidos por la Iglesia y por eso tuvieron que soportar no pocas dificultades. Los hermanos y las hermanas de la penitencia acabaron por constituir– se en muchos casos en orden religiosa. En el siglo XIV , aún continuando el fenómeno de las asociaciones co– lectivas entre los fieles cristianos, se da una aspiración , en no pocos lugares, hacia la vida eremítica en vez de seguir con la espiritualidad tradicional de

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