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EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MA~i A DE LA PAZ DEL SOTO (VILLANUEVA DE CAMPEÁN) 353 promulgación de tres reglas diferentes para los miembros de la tercera or– den: una para los frailes, otra para las monjas y otra para los seglares. A imitación de los españoles, que siempre buscaban independencia, los ter– ciarios regulares de Italia obtienen en 1549 unas constituciones propias e independencia, con superiores provinciales y generales propios. Sin embargo, en 1568 san Pío V los vuelve a someter a frailes de la pri– mera orden: a los frailes de la observancia. Bajo Sixto V, en 1586, recupe– rarían de nuevo una cierta autonomía, aunque el ministro general de la ob– servancia franciscana conservaría el derecho de confirmar el visitador y de visitar todas las casas de los terciarios cada 5 años; pero esto caería en de– suso, tal vez por la imposibilidad de llevar a cabo estos enormes recorridos. La congregación de España de la tercera orden regular pronto tuvo tres provincias religiosas. Estos frailes tendrán sus propios visitadores pro– vinciales que desde 1625 tomaban parte en los capítulos generales de los frailes de la observancia franciscana. A partir de 1670 tuvieron derecho a un definidor general, que debía ser elegido de la congregación española, tan poderosa en aquél tiempo. En 1625, en España, la congregación de la tercera orden regular mas– culina contaba con 40 conventos y 860 religiosos. Uno de esos conventos, claro está, era el de Santa María del Soto. En 1700 la tercera orden regular tenía 20 provincias religiosas (recor– demos que 3 de ellas en España), 217 conventos y 3.991 religiosos. 11 Lo que pudiéramos llamar la prehistoria de la tercera orden regular de san Francisco es larga. Sus frailes y monjas existieron desarrollando una actividad penitencial y caritativa sin preocuparse mucho de hacerse notar. Hemos de recordar que ya en 1295 el papa Bonifacio VIII permitía a los hermanos de la penitencia de Alemania del Norte, que llevaban vida en común, levantar en sus residencias unos oratorios donde celebrar los ofi– cios divinos. Casas parecidas abundan a finales del siglo XIII. En el curso del siglo XIV fue aumentando en tal forma el número de agrupaciones de uno y otro sexo, que fue preciso darles una organización más rígida y centralizada. El carácter libre e incontrolado de los primeros tiempos daba paso a una mayor estabilidad. Varias comunidades de una misma diócesis, de una provincia o de una nación, formaban una congrega– ción. Recibían del obispo del lugar o de los superiores de la primera orden franciscana autorización para celebrar sus capítulos y elegir a sus superiores. La congregación de terciarios regulares consiguió su autonomía en Es– paña en 1442, en Italia en 1447, en Irlanda en 1456, en Dalmacia en 1473, etc. El convento de santa María del Soto tuvo su origen, como más adelan– te veremos, a partir de un eremitorio preexistente. Pero está claro que una 11. Cf. Lázaro lriarte, Historia franciscana, Valencia 1979, 544-547.

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