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300 JESÚS-LUCAS ROORÍGUliZ GARCfA Tras la desamortización de Mendizábal, Roma rompe las relaciones diplomáticas con la Corte. Pascual Madoz completalÍa en 1855 la empresa iniciada por Mendi– zábal en 1836: la liquidación del patrimonio formado por las fincas públicas. El vendaval capitalista del siglo XIX hizo que muchos campesinos que vivían de los terrenos comunales de los pueblos tuvieran que verse obligados a engrosar las muchedumbres de jornaleros que malvivían a la sombra de los señores. La Iglesia «pasó a depender por completo del Estado y, al quedar económicamente desmantelada, dejó de estar en condiciones de prodigar limosnas o sostener los gastos de enseñanza, actividades a las que se había dedicado durante centurias. Tampoco el arte escapó de la fiebre de las expropiaciones en masa. a pesar de que los liberales dispusieron medidas para controlar el patrimonio artístico de los conventos y monasterios, el expolio fue incalcu– lable. Magníficos edificios se desmoronaron, víctimas del abandono, la piqueta o la furia anticlerical, dejando en su lugar un paisaje de piedra arrugada, huellas y escombros. En las ciudades la desaparición de las órdenes religiosas permitió, al menos, disponer de solares para ampliar el espacio construido antes del gran proceso urbanizador de la Restauración, pero no evitó que tras los edificios se desperdigaran las pinturas y esculturas de los monasterios y conventos que aparecerán luego en colecciones privadas y museos extranjeros» 86 . En el convento de Villanueva de Campeán, aún se conservan hornacinas, para poner los santos, vacías y marcos empotrados en las paredes para colocar allí cuadros al óleo de notable tamaño. ¿Dónde están estos tesoros histórico-artísticos? Tal vez nunca lo sabremos. Muchas colecciones privadas no tienen interés alguno en hacer propaganda para comunicar la procedencia de sus obras. «La injusticia más bochornosa cometida por el gobierno español, llamado democracia, contra las órdenes religiosas», tuvo lugar en esta penosa exclaustración, donde «los religiosos puestos en la calle en el plazo de veinticuatro horas, hubieron de abandonar sus conventos, vendidos después por una cantidad irrisoria o abandonados lastimosamente, perdiéndose irremisiblemente entonces multitud de obras de arte y preciosos tesoros bibliográficos al ser asaltadas las bibliotecas, observancia, fray Damián Yánel ha es1udiado con sobrada competencia el tema. en la revista de los «monjes blancos» de Cistercium. 86 Fernando García tic Conázar. Historia de fapmia; de /ltap11erca al euro, Barcelona 2002, 190-19 l.

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