BCCCAP00000000000000000001723

266 JESÚS-LUCAS RODRÍGUEZ GARCfA La iníluencia de estos grupos de hombres y mujeres no ha sido todavía suficientemente estudiada dentro de la historia del cristianismo. Estos penitentes vivían en el temor del juicio, alimentaban en si y difundían el sentido del pecado_, llevaban una vida exigente de austeridad. Encontraban en la confesión y en la dirección espiritual el apoyo del que tenían necesidad. Eran asiduos a la liturgia eucarística y al rezo del oficio divino. Faltos de cultura, buscaban alimentar sus devociones privadas componiendo fórmulas de fácil aprendizaje como letanías, invocaciones a María, jaculatorias, etc. La devoción popular del siglo XII se caracteriza por un culto cada vez más sentido hacía Cristo sacramentado. Hombres y mujeres penitentes acogieron muy pronto el carisma franciscano. En 1298 Nicolás IV le dio una nueva e importante Regla. Estos hermanos de la tercera orden franciscana, que recibían también el nombre de apóstoles o hermanos apóstoles, se distinguieron por su pobreza y caridad; también por una cierta semejanza con otros movimientos del tiempo (fraticelli, beguinas y begardos) que fueron perseguidos por Ea Iglesia y por eso tuvieron que soportar no pocas dificultades. Los hermanos y las hermanas de la penitencia, acabaron por constituirse en muchos casos en orden religiosa. En el siglo XIV, aún continuando el fenómeno de las asociaciones colectivas entre los fieles cristianos, se da una aspiración., en no pocos lugares, hacia la vida eremítica en vez de seguir con la espiritualidad tradicional de la vida parroquial y litúrgica. Se separan así la teología y la mística, la piedad personal y la vida lutúrgico-sacramental. A su vez, hay personas ligadas a los hospitales, leproserias, hospicios, asistencias a los enfermos con la intención de servir al Cristo que en ellos descubren. Son éstas, almas desconocidas para la historia pero de una elevada santidad. Fray Antonio de Guevara, franciscano e historiador español (1480- 1545) de la primera orden. relator de las costumbres populares, escribía que «el buen aldeano guarda el día del santo, ofrece en la fiesta, oye Misa el domingo, paga el diezmo al obispo, da las primicias al cura, hace sus Todos los Santos; lleva ofrendas por sus finados, ayuda a la fábrica, da para los santuarios. da torrezno a san Antón, harina al sacristán, lino a san Lázaro, trigo a Guadalupe; finalmente va a vísperas el día de la fiesta y quema su tabla de cera en la Misa» 28 . Todavía existen parroquias en las que perduran estas costumbres sencillas. 16 Antonio de Guevara, Menosprecio de corle y alabanza de aldea. Madrid 1915. 135. citado por Álvaro Huerga en Historia de la e!>piritualidad. vol!!, Barcelona 1969, 89-90.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz