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EL P. JOSÉ ANTONIO DE DONOSTIA (1886-1986) de quien tomó un tema Arcadelt, el flamenco, para una misa que compuso» (p. 17). La canción es «Une mouse de Visquaie», o sea, una moza de Vizcaya, que otros han traducido por «Una mosca de Vizcaya» pues el manuscrito que la ha conservado escribe «Una musque de Buscgaya» de Josquin 1 . Aclara el P. Donostia que el último verso del estribillo de las coplas de esta canción es en euskera «soaz, soaz, ordenarequiri» que significa «Vete, vete en buena hora». Estas, dice el P. Donostia, son las primeras palabras vascas que encon- tramos puestas en música, canción que fue utilizada como tema por varios compositores del s. XV y de la que se han conservado varias versiones (p. 18-20). Anota que hay dos composiciones con texto vasco en el Cancionero Musical de Palacio , números 431 y 443 de la ed. de Barbieri (248 y 357 de la H. Anglés). Nos dice también que en 1683 se cantaron en la catedral de México Villancicos con frases en euskera intercaladas, frases escritas por Sor Juana Inés de la Cruz, cuyo padre era de Vergara. «Nos era completamente desconocido, continúa, el nombre de un gran organista que está a caballo de los siglos XVI-XVII, organista de la capilla real de Lisboa. Su nombre es Diego de Alvarado «biscainho de naçao». Fue organista de la capilla real durante 43 años. Se han conservado dos Tientos». Asimismo nos habla de los hermanos Hernando Isassi y José Isassi que fueron maestro de capilla y organista respectivamente de la catedral de Valen- cia. En el Catálogo de libros de música de la Biblioteca del rey Juan IV de Portugal encuentra a Francisco Garro «de nación navarro», Juan de Arratia y Luis Garay. Habla del órgano de Bayona y de una serie de organistas de los siglos XVII y XVIII. Nos da otra serie de organistas de Pamplona desde 1497 hasta 1758 y otra de maestros de capilla de Bilbao desde 1461 a 1832. En cuanto a organistas de Bilbao nos da una lista que va de 1615 a 1830. Habla también de maestros de capillas y organistas de los siglos XVI-XVIII de Roncesvalles, de Aránzazu, y de los clavistas vascos del XVIII: Joaquín Arana, de quien publicó una importante sonata para violín y piano; Juan de Lombide, autor de seis sonatas para clave y violín; Tadeo de Murguía (del que yo recuerdo haber visto obras para órgano y orquesta en la catedral de Málaga, cuyo archivo musical catalogué en 1964) y acaba con noticias de Juan Francés de Iribarren, de P. Aranaz y Vides (sobre los cuales yo he publicado algunas páginas) de Aris-Paco-Chaga y de Juan Crisóstomo de Arriaga. De- bo llamar también la atención sobre las 82 notas al final del libro, referentes al texto al cual complementan, siendo tan importantes y a veces más que el mismo texto. Por mi parte, a quien esté interesado en la música vasca y navarra recomiendo la obra postuma de H. Anglés, Las canciones del rey Teobaldo (Pamplona, 1973) que el P. Donostia no pudo conocer. Así pues, señoras y señores, si alguien quiere escribir una nueva y gran ' Historia de la Música en el País Vasco, tiene ya el itinerario o esquema traídos en esta monografía del P. Donostia, cuya síntesis les acabo de hacer. Siguien- do sus huellas publicó José Antonio Arana Martija su excelente libro Música Vasca (San Sebastián, 1976) y espero que seguirán otros no menos importantes. El Tomo III de las Obras Completas, titulado Diarios y Reseñas, com- 1. H. Anglés , La música en la Corte de los Reyes Católicos, 1. a ed. pág. 136, Madrid , 1941. [7] 671

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