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MIGUEL QUEROL GAVALDÁ De los 20 artículos que componen el Tomo II de sus Obras Completas, 19 tratan de música vasca. Comprende un menor número de artículos, pero no menor número de páginas que los otros. Ello se debe a que en este Tomo hay varios artículos que por su extensión constituyen verdaderas monografías. Entre ellos resaltan los artículos 38, Música y Músicos en el País Vasco que él sólo ocupa 110 páginas; el 59 Instrumentos de Música Popular Española en el que se mencionan, y cuando lo cree necesario se comentan, nada menos que 358 instrumentos populares; el 60, Canciones de trabajo en el País Vasco; el 66, Instrumentos populares vascos; el 72, Historia de las danzas de Guipúzcoa y el 75 El órgano de Tolosa. Todos ellos fueron publicados en el Anuario Musical del Instituto Español de Musicología, excepto Música y Músicosen el País Vasco (1962) el único de este Tomo II del que hablaré. Otros artículos de especial interés para Navarra, dentro de este Tomo II son Iruñeko bestak (II, 65) donde da una relación de las fiestas de Pamplona que consta de 137 versos en vasco. En el II, 68, observa que los romances vascos son pocos comparados con los castellanos, y catalanes, pero sus temas son indígenas. En Txistulari Elizondarra desconocido (II, 76) nos habla del txistulari Chiroulirou, llamado así por el nombre regional del instrumento. Su verdadero nombre era Michel Crutchet, especie de trobador errante a quien se encontraba en todas las fiestas de pueblos. En cuanto a Música y Músicos en el País Vasco, por excepción, no es de folklore, sino de Historia. Que yo sepa, es la primera Historia de la Música en el País Vasco que se ha escrito. Es elemental, pero completa, siendo muchas noticias de primera mano, fruto de las investigaciones del P. Donos- tia. Nos ofrece noticias desde el geógrafo romano Estrabón (nacido el año 60 antes de Cristo y muerto entre el año 21 y 25 de nuestra era) donde se lee que los vascos «en medio de la bebida danzan al son de la flauta y guían el baile con trompeta, saltando unas veces, y otras, se hincan de rodillas bajando rectos el cuerpo». De la época de Cario Magno cita un texto (p. 6) que traducido dice así: «Algunos al son de la cabreta vasconizaban saltando, danzando con pies ágiles». «Vasconizare», dice el P. Donostia significa «bai- lar al estilo de los vascos». Nos habla de los códices de los siglos XI, XII y XIII conservados en distintas iglesias de Navarra y Vasconia. Habla del canto epitalámico dedicado a la reina Leodegundia en el siglo X en Pamplona. Recuerda los trovadores del s. XII Peire Vidal, Raimon Vidal y Aimeric de Pegulhan, y que en los siglos XII y XIII había en Pamplona compositores de discantes cuyas obras pasaron las fronteras. Frecuente trasiego de músicos hubo el siglo XIV en Pamplona. Carlos el Noble, rey de Navarra en 1387 tenía en su corte juglares e instrumentistas, muchos de ellos franceses. En 1480 trompetas y juglares tocaban en las procesiones. En Olite, en el Palacio Real tenía el rey en 1413. «órganos grandes y chicos portátiles». Tudela fue también un centro musical importante en el siglo XV. En la segunda mitad de dicho siglo destaca la gran figura de Juan de Anchieta, maestro de capilla de los Reyes Católicos, músico que el P. Donostia estudió ya en 1935 y del que transcribió varias piezas (Estas fueron publicadas completas por S. Rubio, Guipúzcoa 1980). Reivindica como vasco al famoso teórico Gonzalo Martí- nez de Biscargui, puesto que descubrió que nació en Azcoitia (p. 17). Contemporáneo de Anchieta, el guipuzcoano Martín Ibáñez de Echeva- rría, y su sobrino Pero Ibáñez de Gamboa. «A principios de siglos existía un célebre organista y maestro de capilla, Andrés de Sylva, excelente compositor 670 [6]

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