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EL P. JOSÉ ANTONIO DE DONOSTIA (1886-1986) labor a través de sus Obras Completas. En el Tomo I, de 57 artículos que contiene, 43 versan sobre música vasca. De entre ellos considero de mayor interés destacar el artículo 5, Notas sobre mis preludios vascos. Como es sabido, estas piezas son las que pusieron en órbita al P. Donostia en el mundo de los conciertos y en los medios y centros de composición musical. De ellos hablaré más adelante al tratar de su producción para piano. Otro artículo significativo de la personalidad vasco-religiosa de nuestro capuchino es el Elogio musical de la pelota vasca (I, 19) donde compara el juego de la pelota vasca con el canto gregoriano: «Mano, pared, suelo. Tres puntos de apoyo, tres ictus de la frase rítmica de la pelota. Las arsis y las tesis se mezclan en ella formando un punto, un tanto. Así la melodía gregoriana...» Otro tema bien interesante es La marcha de San Ignacio a la que dedicó tres artículos (I, 26, 36 y II, 63). El P. Otaño había escrito estas palabras: «Si bien es indudable que la marcha se compuso alrededor del Castillo de Loyola, no hay en ella elemento alguno de folklore vasco». Pero es el P. Donostia quien descubre el verdadero origen de esta marcha, cuando examinando un día la colección de marchas de música de la Biblioteca Nacional de París, encuentra que la música de La marcha de San Ignacio era idéntica a la Marche de la Marine compuesta por un músico francés a fines del siglo XVIII. La letra a la Marcha de San Ignacio le fue aplicada varios años después. El artícul o Panorama de la música en el país vasco (I, 32) escrito en 1932 dará lugar, diecisiete años más tarde, a su monografía Música y Músicos en el País Vasco, de la que hablaré más adelante. En el artículo Irri-Danzak, un tipo de «danzas para hacer reir» tras elogiar los esfuerzos realizados para convertir el Espatadantza biskaino en el baile nacional vasco, añade que falta, a su juicio, un baile nacional como la sardana en el que todo el mundo puede participar en cualquier momento, sin existir planificación alguna de antema- no. La Mutildantza, a su entender, aunque no tan vistosa como la Espata- dantza, responde mejor a la realización de un baile colectivo. El P. Donostia siempre piensa en el pueblo, entendiendo por tal el conjunto de todos sus ciudadanos sin distinción de clases. Importantes son también sus artículos sobre el Txistu, especialmente el I, 50, donde recomienda la formación de grupos de 20, 40, 60 y hasta cien txistularis que puedan formar orquestas con estos instrumentos. «Podría pensarse, dice, en constituir tríos compuestos de sopranos (Xirula s suletinas) , altos o tenores (Txistu s vascoespañoles ) y una tercera voz (confiada a los silbotes o txistus mayores)». Creo que este deseo ha quedado cumplido con la publicación de la revista Txistulari que edita en todos sus números piezas para grupos de Txistularis, contando ya con exten- so repertorio. Como confirmación de lo que puede hacerse con el Txistu cita el caso de «Vicente de Ibargüen, quien en el siglo XVIII ejecutaba con el Txistu, en los teatros de San Sebastián y de Madrid, obras escritas para violín». También dio una conferencia sobre Txistus y Txistularis en la Universidad Católica de Ustaritz el 19-VIII-1953 (Obras Completas, V, 16). Finalmente destaquemos aún de este Tomo I el artículo 53 El modo de mí en la canción popular española (artículo publicado anteriormente en el Anua- rio Musical, I, 1946) donde por primera vez el P. Donostia estudia un tema que atañe a todo el folklore peninsular, especialmente a los pueblos del área mediterránea, ya que hasta ahora solamente había tratado del folklore vasco. [5] 669

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