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EL P. JOSÉ ANTONIO DE DONOSTIA (1886-1986) simismado, digámoslo así, por el ambiente propicio que sus nieblas y montañas le han creado, ha vaciado su numen artístico en la más divina de las artes, aquella «por quien el bien divino -despiertan los sentidos- que- dando a lo demás adormecidos». Efectivamente, el P. Donostia, ya viva en Buenos Aires, ya en París, Burdeos, Madrid o Barcelona, en medio de la bulliciosa ciudad daba siempre la impresión de un espíritu recogido por naturaleza que llevaba el ambiente conventual dentro de sí mismo; y den- tro de sí mismo, junto con el convento, llevaba también a su querido país vasco. Su Vasquismo se manifiesta principalmente en sus investigaciones folklóricas o etnomusicológicas, como se acostumbra llamarlas ahora. Co- mo ésta es la primera connotación casi biológica de su persona, hablare- mos en primer lugar del folklorista. I. EL P. DONOSTIA, FOLKLORISTA Cuando el P. Riezu se propuso publicar las obras de nuestro músico, el musicólogo francés Roland-Manuel le dio este consejo: «Cuando hable Ud. o escriba del P. Donostia, insista en su condición de folklorista. Músicos no faltan, pero fokloristas de su talla son muy raros». En efecto, su amor al folklore vasco es tan extremado que no desdeña la más pequeña manifesta- ción de la cultura popular. El mismo esculpió su propia divisa en estás palabras del Evangelio que dice: «Colligite quae superaverunt fragmenta ne pereant». Recoged los trozos de pan que sobraron, para que no se desperdi- cien (Opera Omnia I, 1). El hizo más aún: recogió y pidió recoger no sólo los trozos, sino hasta las más pequeñas migajas, doquiera apareciesen. Tal sucede con el artículo Cuentos populares breves (Tomo I, 15) donde recoge 31 cuentos. Estos son tan breves que, a pesar de poner su texto original en vasco y su traducción castellana, ocupan sólo 22 páginas. Son brevísimos y superi- nocentes, de una imaginación e ingenuidad que parecen de varios siglos atrás. Quisiera yo saber cuántos folkloristas se han entretenido en recoger minucias y relatos tan breves como los contenidos en el artículo Adivinanzasy acer- tijos (I, 30). Y en La gitana que siempre tiene la últimapalabra (I, 18) acaba con esta recomendación: «Sería deseable que todos nuestros lectores nos transmitieran cuentos, historias, proverbios, fórmulas cabalísticas y otras cosas que conozcan o puedan oír de los ancianos». Su labor de recogida de canciones populares culminó en su día con la edición de su Cancionero Vasco, EuskalEres-Sorta con 393 melodías y numerosos documentos folkló- ricos inéditos. Posteriormente recogió algunos centenares más de canciones populares, de manera que la nueva edición que está preparando el P. Riezu comprenderá alrededor de dos millares de canciones. La vocación folklórica de nuestro músico despertóse en ocasión de oír una conferencia del Rvdo. Resurrección María Azkue en Bilbao en 1901. Tenía por lo tanto entonces sólo 15 años. Diez años más tarde conoció a la familia de don Daniel Ciga y de su trato con éste recoge las diez primeras canciones vascas de su personal investigación, y en excursiones a algunas bordas otras diez. Cien recogió en el pueblecito de Sara. Pero el valle que parece haber tenido un verdadero destino en la vida del P. Donostia como folklorista fue Baztán. El mismo, respondiendo a una pregunta del interviú que le hizo Gregorio de Múgica en 1917, dice que ha recogido unas seiscien- [3] 667

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