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ñas adiciones que a modo de ritmo de tambor pongo antes de cada número, he procurado armonizar y pianistificar un poquito a la mo- . derna, : EXPLICACIÓN DE LA DANZA Siete números tiene el Baile de la era. De su análisis técnico, me- lódico y rítmico, comparado con otras danzas vascas, que de distintas regiones de Navarra tengo recogidas, y también de la manera de bai- larlo, he deducido que es, ni más ni menos, un ingurutxo, parecido a los que se bailan en los Valles de Larráun, Araiz, Erro. El mismo nombre de la era (espacio circular de terreno para hacer la trilla) indica su semejanza con el ingurutxo (danza circular). Este modo de bailar, tan común en Navarra y cuyo tipo más ge- nuino y mejor conservado en abundancia de graciosas melodías y per- fección coreográfica es el Ingurutxo de Leiza (que pronto D. m. publi- caré), recuerda a la danza de Creta descrita por Homero en la Ilíada, al pintar las escenas que Vulcano esculpió en el “redondo escudo” de Aquiles. ; ...A la redonda en anchuroso cerco danzaban todos con ligera planta en fácil giro y en acordes pasos; así imitando la voluble rueda “que el alfarero con la mano agita para que ruede en torno; otras veces en parejas bailaban divididos. Y mucha gente la graciosa danza mirando estaba alegre y divertida... No'es de admirar la semejanza del Baile de la era con los ingu- rutxo de las regiones más genuinamente vascas de Navarra; pues toda persona de mediana ilustración está al tanto de la unidad de sangre yascona de todas las zonas navarras, y de la que, hasta hace relativa- mente pocos años, existió unidad de lengua euskara, según lo demues- tran la Toponimia, Patronimia y los archivos. Sin embargo, por los importantísimos elementos extraños que en el Baile de la era se encuentran, puede conjeturarse que del primitivo baile ha desaparecido gran parte de lo indígena, siendo substituído por otras melodías y maneras de bailar que, aunque muy bellas, son completamente exóticas. De siete números que tiene esta danza, cuatro parecen extraños a Navarra; el n.* 3, jota vieja; el n.* 4, vals; el n.” 5, fandango (anda- luz); el n.* 6, boleras. Los números 1, 2, 7 son los únicos que tienen carácter de música navarra. Aun cuando la misma tonalidad y ritmo de las melodías no fueran razones suficientemente fuertes para corroborar esta opinión, el hecho de que unos números de danza se ejecuten estando las parejas honesta- mente unidas mediante un hermoso pañuelo de vivos colores, y en algún otro número se considere inconsecuentemente al pañuelo como cosa inútil, bastaría para dar la razón. Es muy difícil averiguar cuándo y cómo fueron substituídas las - primitivas melodías por algunas de las actuales. ¿Las habrían impor- tado las cuadrillas de danzantes, traídos a veces para festejar algunas solemnidades, desde regiones muy lejanas a Navarra, como Valencia, según consta en los viejos papeles? De todos modos, las melodías de esta danza forman un bellísimo ramo en el que las flores de nuestra tierra van mezcladas con otras flores exóticas. Lo que lamentablemente pierden en indigenismo lo ganan en va- riedad tonal y rítmica. ¡Son tan distintas las almas que danzan en la era!... 4%. Cuando comienza a tocar la gaita el número 1, los muchachos, dejando colgar por un punta el pañuelo que sostienen por la otra, invi- tan a cogerlo a la muchacha elegida; si ella acepta, toma la punta col- gante, y así se forman las parejas. Marcando con los pies el ritmo de una negra y dos corcheas, van las parejas formando dos largas líneas, y danzan dando vueltas alre- _dedor de la plaza. (Con las debidas licencias) Cuando la melodía, dejando el ritmo igual, canta unas notas teni- das, la primera pareja levanta el pañuelo formando un arco, y todas las demás pasan por debajo, quedando invertido el orden de las parejas. Se repite toda la melodía; y al pasar de nuevo todas las parejas * bajo el arco formado por los que ahora marchan los- primeros, vuelven los danzantes a su primitivo lugar. Esta ceremonia de pasar todos bajo el pañuelo, tan común en las danzas vascas de Navarra, tiene una explicación satisfactoria. Según cuentan los viejos, si entre los danzantes había algún individuo de raza considerada inferior, como gitanos u otra gente parecida, o alguna mu- chacha indigna por sus dudosas costumbres de alternar con las donce- llas honradas, bajaba a su paso el inflexible pañuelo, y con gran rubor eran excluidos de la danza. El número 2 no varía grandemente en cuanto al modo de bailarlo, aunque cambia mucho la línea melódica y el ritmo, que se torna del dos por cuatro en un agilísimo tres por ocho, que según algunos se danza alrededor, pero sueltos los danzantes. El número 3 es una graciosísima jota vieja, de las más agradables, finas y originales que suelen oírse. Como es de todos conocido el modo actual de bailarse, omito su explicación. El número 4 es un vals, cuya relativa modernidad no se puede poner en duda. No consta en la versión de los Elizaga; sí, en la de J. Romano. Lo he incluído en la colección, porque tiene su gracia in- genua y porque hace muchísimos años lo saben los estelleses, A. mi madre Maura Salanueva Arrayago se lo he oído cantar con letra que desde niña sabía, y que no transcribo por carecer de interés folklórico y literario. El número 5 es un fandango andaluz con todo el carácter de sus similares de las tierras meridionales. Algunos trozos recuerdan músicas conocidas. Tiene muchísimo interés por las distintas variaciones, en que brilla la habilidad del gaitero, y porque las estrofas o canciones son de un apasionamiento vehemente. Se baila como una jota más movida, pero trasladándose de sitio las parejas formando arco. En las estrofas, de movimiento más reposado, sobra el pañuelo de los primeros números, aunque menos que en las de la jota, Las boleras del número 6 son música saltarina, a cuyo sonido las parejas, en dos filas paralelas, siguen el ritmo con ágiles pies. La primera frase es una como llamada o toque de atención que no se baila, limitándose las parejas a dar una rápida vuelta a su termí- nación, exclamando: “Pa'l gaitero”. El número 7 es una especie de corre-calle, un seis por ocho brin- cador, en que las parejas, unidas sin necesidad de pañuelo, marchan corriendo a compás y abriéndose paso a través del público, que tiene que apartarse con gran alboroto y risa para no ser atropellado. Poco a poco se va acelerando el movimiento hasta que por su velo- cidad es imposible continuar la danza. La melodía que publico es de J. Romano; los Elizaga ponían otra más universalmente conocida. +.» Ruego a mis queridos paisanos de Estella que, convenciéndose de la aristocrática distinción que es para un pueblo el poseer danzas pro- pias y peculiares (¡cuántos querrían tener este signo de artística espi- ritualidad !), restauren el Baile de la era, purificándolo de cuanto se aleje de la primitiva honestidad del vistoso pañuelo de colores. ¿Por qué el festejo que abra y cierre solemnemente las ardorosas flestas de Agosto no ha de ser este baile muestro, danzado por toda la juventud de la ciudad? Viejos olmos de la plaza de San Miguel, ¿cuándo volveréis a tre- pidar con estos rejuvenecedores sonidos? Hermosa Fuente de los chorros, eterna tamborileadora de la plaza de San Martín, la de los gloriosos palacios, ¿cuándo la risa de tus aguas tornará a reflejar los saltos armoniosos de una juventud te- novada? Al son que bailaron nuestros padres, al cantar la agridulce gaita sus bellas y evocadoras melodías bailen los que nos sucedan; dancen inocentemente, castamente, como los antepasados, sin empañar los cla- rísimos ojos de Sancta María del Puy, la Virgen que sonríe en su montaña de Lizarra. ¡Bendita sea! P. O. De E. EA dut ed + a A Ed á

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