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BTO. DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ 188 a. Las dos pertenecen al segundo grupo, de ·manera que ya ~on cinco_ las ediciones, que ,éste comprende. Todo lo 'que en esta~ páginas decimos de las ediciones del se- 11undo grupo, debe entenderse también de estas_ dos edicione~. Al mismo ,til!mpo; nuestro buen amigo don Miguel Herrero nos proporciona l.i ficha que incluím_os en el número. 228 a, de otra edición de Málaga, s. a. (del siglo XVIII), que pertenece al primer grupo. Con ésta son ya ,tres, por lo menos, las edi– ciones de los Afectos hechas en Andalucía, viv,iendo todavía fray Diego.] 3. Son varios, y a primera vista de no poca importancia; los indicios que nos pueden presentar como sospechosa lá autenticidad de los Afectos. Mas, po1 otra parte, encontramos también un buen número de razones que favorecen o, mejor diríamos, que -prueban la autenticidad, en el sentido estricto de la palabra. ·vamos a examinar objetivamente los argumentos de una y otra rarte, comenzando por los que nos hacen sospechosa la autenticidad. a) En primer lugar, la forma y la persistencia del título. Viviendo fray Diego, nunca figura él como autor en la~ portadas de las ediciones, sino sólo como inspirador de la obrita; pues no se dice ·en ellas que. los Afectos han sido compuestos por él, sino que están formados con los soliloquios que él acostum\;>ra a hacer en sus misiones ante Jesús ·crucificado. Sólo en la ya. citada edición de Mallorca, de i8u, dícese por primera vez que estas décimas fueron compuestas por fray Diego José de C:ídiz. Lo mismo afirman posteriormente las otras dos ediciones pertenecientes al segundo grupo, la– una de Málaga, en 1858, y la, otra de Sevilla, en 1859. Pero si fray Diego es- efectivamente el autor, ¿¡:ior qué en las ,demás ediciones, especialmente en las hechas ,durante su vida, rio ·figura su' nombre. como -autor oro• piamente dicho, sino mediante esas circunlocuciones que nos lo. presentan sólo como inspirador indirecto de la obra? Ncí' sabríamos explicarlo cumplidamente. Que fray Diego no se ocupó de esta edición, y,· por lo tanto, que no se deben a él estas anomalías, nos parece cierto. Cierto es, -igualmente, que la arbitrariedad de impresores y libreros preside c:on fre, cuenda las ediciones y reimpresiones de las obras de nuestro ap6stol. Si esta edición y las siguientes se hicier_on, como_ luego demostraremos, a espaldas de su autor, ¿no serán estas arbitrariedades la causa de esas anomalías? Por lo demás, las razones que existen en' favor de la autenticidad, .tomadas del testimonio de sus contemporáneos_, ros parecen de más peso que esta .primera objeción. 0 b) - Cuando, a la muerte de nuestro santo misionero, el padre Jerónimo de Cabra recoge todas, sus poesías para darlas a la prensa, cómo de hecho las dió (véase nú– plero_ 93), desconoce por completo estos Afectos. Igualmente los desconocen el _ padre Serafín de Ardales, en las dos ediciones de la Vida de nuestro Beato; publicadas poc_os años después de su muerte, y la primera edición de la NoTICIA bibliográfica. · Pero hemos de recordar aquí que el padre Cabra no intentó recoger en su ·opúsculo todas las poesías originales de fray Diego, sirio solamente las que él pudo encontrar entre los papeles de nuestro apóstol, y que t0davía permanecieran inéditas; que la nota ,bibliográfica del · padre Ardales no pretende, ·en modo alguno, ser completa en la enumeración, ni siquiera respecto de las _obras principales del Beato, ·y que la pri– mera edición de la NOTICIA, calcada sobre el esbozo bibliográfico del padre Ardales, presenta, por lo mismo, idénticas características. No es, pues, de extrañar en- ellos esta omisión, tratándose de un librito de tan reducidas dimensiones como el presente. - 5 --

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