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INTRODUCCIÓN los datos referentes a las obras impresas de fray Diego que en nuestras lecturas de su correspondencia hemos logrado encontrar. En general, la autenticidad de cada obra o impreso y las circunstancias de cuándo, dónde, cómo y por qué lo escribió nuestro santo apóstol, nos han interesado par, ticularmente. Especial cuidado hemos puesto también en determinar cuál sea la primera edición, porque, generalmente hablando, sólo ésta se impri, mió con la intervención más o menos directa de su santo autor. Las demás ediciones, salvo casos muy contados, no fueron preparadas ni corregidas por él; y muchas veces impresores y libreros desaprensivos fas editaron por cuenta propia, sin notificárselo al Beato. A algunos podrá parecer inútil el empeño que ponemos, a veces, en ave, riguar el año de una edición, cuál, sea la primera y cosas semejantes. Por nuestra parte, creemos que los bibliófilos no dejarán de agradecérnoslo. En las anotaciones 0 hemos recogido también datos sobre fray Diego que más bien pertenecen a la biografía. Sabíamos que con ello nos salíamos del campo estrictamente bibliográfico. A pesar de todo, creemos haber hec.ho labor útil.. y no desagradable para muchos; pues, primeramente, también esos datos pertenecen a la historia que hemos llamado «extemaJJ de cada libro del Beato, y luego, gracias a esos detalles, se advertirá mejor en qué condiciones concretas, incluso psicológicas, trabajaba con frecuencia nuestro apóstol, cuáles eran sus relaciones con los editores y cuál el ambiente en que este santo autor hubo de moverse para publicar sus obras. Al final de fas anotaciones indicamos siempre la biblioteca en donde se encuentra el ejemplar registrado, lo cual no quiere decir, ni mucho me, nos, que sólo se conozca ese ejemplar. Aunque al principio de nuestro tra, bajo pensamos indicar en cada número todas las bibliotecas que poseían el ejemplar descrito allí, pronto hubimos de abandonar tal idea, porque nos e:i¡:poníamos a errar y a inducir a otros a error. Quedan todavía muchas bibliotecas privadas sin explorar, en las que una búsqueda constante y me, tódica seguramente arrojaría un buen número de ejemplares que hoy con– sideramos raros y casi únicos. Las bibliotecas públicas de Españ~ no creemos que nos puedan reservar ya grandes sorpresas, pues, como arriba he~os in, dicado, o bien las hemos visitado personalmente, o por lo menos hemos ob, ,tenido sus datos a través del INLE o por correspondencia directa con ellas. Nuestras bibliotecas conventuales de Andalucía, también han sido registra, das minuciosamente, y con ellas y con las nuevas adquisiciones se ha for, mado el Archivo del Bto. Diego, en el Convento de Capuchinos de Sevilla. Pero quedan por registrar todavía rnuchas bibliotecas particulares, ya que el número de las visitadas por nosotr9,s apenas pasa de la media docena. XLVIII

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