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INTRODUCCIÓN misionera de pal,abra con la labor misionera de pluma. Casi en los comien, zos todavía de sus correrías apostólicas, fray Diego recibe esta indicación, , que para él será un mandato, de su padre amadísimo : «Fíjense esos cinco o seis meses al año; .pero no en convento de ciudades populosas, sino donde menos lo persigan y ocupen, y este tiempo le es oportuno para escribir mucho de lo que en él ha predicado; y puede, impreso, contribuir a conservar las doctrinas, las jaculatorias, los soliloquios y los afectos expresados en el púlpito>> (DP 86,87). En otro lugar, el padre González le en~eña las dispo, siciones interiores en que ha de ponerse a la tarea de escribir: «Ore y es, criba ~le dice-; escriba y déjese llevar, en lo que escriba, de lo que en la oración le inspire el Padre de las luces)) (DP 112). Y én sus cartas espi, rituales vemos frecuentes alusiones a la necesidad de escribir lo predicado en los púlpitos. Fray Diego siguió a la letra, en cuanto pudo, estas indicaciones de su director. Gracias á esto se decidió a escribir para la imprenta, satisfaciendo así los deseos de quienes le pedían sermones, novenas y demás clases de escritos para publicarlos; y gracias también a esto, conservamos todavía unos cincuenta cuadernos, todos· inéditos, donde el santo misionero, día por día, iba escribiendo un esquema de sus sermones, con más o menos amplitud, según el tiempo de que disponía para ello. A estas disposiciones del padre González, en las que fray Diego veía la voluntad de Dios clara y manifiesta, se sumaban los compromisos con Ca, bildos, Universidades y personas de posición social, a las que; por múltiples razones, no le era posible negarse; y luego, las innumerables consultas que ineludiblemente había de ·resolver por correspondencia. Las dificultades que fray Diego hubo de vencer para realizar su trabajo de pluma, fueron indecibles. Provenían unas de la vida agitada que. llevaba forzosamente por su continuo misionar, no quedándole más temporada libre que los meses de verano; otras, de la cantidad abrumadora de papeles. que a un mismo tiempo solicitaban su atención ; otras, de la urgencia de algunos escritos que era necesario entregar inmediatamente; otras, ·en fin, de la falta de libros y de bibliotecas donde informarse y de la falta también de salud, por causa de sus ya quebrantadas fuerzas corporales. Muy a menudo leemos en su correspondencia frases relativas a la can, tidad abrumadora de trabajos por escribir que pesaba sobre él; -y no se re, fería precisamente a los meses que ocupaba en las misiones, sino a aquellos otros en que se dedicaba ex profeso a escribir, encerrado en su retiro de Ronda, después de cada campaña misional. Desde los primeros años de sus correrías apostólicas hasta el fin de su vida, lo vemos repetir con frecuen, XXXVIII

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