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INTRODUCCIÓN Y si para preservar los pueblos de algún error o de algún castigo que les amenaza, enseña la necesidad de anteponer a la de las leyes humanas y ci, viles la obediencia a las de Dios y a las de su santa Iglesia, se expone ... a ser el blan~o de las iras de filósofos y libertinos... No quieren que hu, . biese. libertad para predicar el santo Evangelio; ni se avergüenzan de decir que, sin· la anuencia de los Monarcas y de su magistrados, no se debe anun, ciar al público ni aun los dogmas de la santa fe» (Edición registrada en el número 84, páginas 54,55.) Y tomando por norma para distinguir los que siguen a Jesucristo de los que de El reniegan las palabras de san Lucas 11, 23: Ipsum audite, dice: «¡Qué medio tan fácil ·se. nos presenta en él para confutar los errores de nuestro presente siglo... !· Examinad bien si ese nu– blado espesísimo de escritos y de escritores que corren entre los aficionados a la erud{ción moderna llamada «del· buen gusto», tiene algo que sea conforme a la doctrina de nuestro Señor Jesucristo; y si encontráis, como ciertamente encontraréis, lo contrario que el Señor en ésta nos enseña, no preguntéis el juicio y la estimación que debéis hacer de ellos; oíd a vuestro divino Maes, tro que lo_s declara por enemigos suyos... Cuando hallareis uno de estos libros o tratareis a uno de esos hombres o presenciareis su conversación do, nosa, seductiva y disimulada sobre puntos de religión o sobre materias que a ella pertenecen, no os quedéis perplejos y como dudando lo que habéis de hacer: atended a la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo que nos pre– viene y manda... alejar de nosotros la dañada levadura o doctrina perni, _ciosa de semejantes fariseos... Vosotros, padres de familia, luego que perci– báis el eco de esos razonamientos y discursos elegantes, pero contrarios a la fe, a la piedad cristiana y a las prácticas devotas de la santa Madre Iglesia, no os detengáis en detestarlas ni en corregir, si pudiereis, al que los pro, nuncia, o en huir por lo menos de su presencia y de su trato» (Ibid., pá– gina 56). Por último, en la misma obra (páginas 86 y siguientes) pueden leerse párrafos llenos de intrepidez- contra los «libertinos» que quieren dis– minuir la autoridad pontificia o niegan su infalibilidad. Mas la actuación d~ fray Diego no se reduce a predicar y escribir invec, tivas contra los intelectuales· que siguen las nuevas corrientes ideológicas. I Con ocasión de haber!~ consultado uno de los hombres más sabios y sen-· satos de su época acerca de la manera_ de rebatir esas ideas, él con.testa con esta página que leemos en sus cartas de conciencia, donde certeramente apunta a la raíz de los principios de la «Ilustración». La raíz es la negación de Dios y del orden. sobrenatural, sustituyéndolos por un racionalismo radi, cal; y la manera de con;ibatirla, .es declarar los límites de .la razón y la li, bertad humanas, probar la existencia del orden. sobrentural y demostrar las XXVIII

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