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NTRODUCCIÓN fechas escribe también al padre Eusebio de Sevilla estas frases, que de~ muestran cómo seguía con .hondo interés el curso de las ideas regalistas y heréticas de los «ih.i~trad~s,, : «No he visto la alocución del Papa y demás papeles pertenecientes a Febronio, ni sé dónde hallarl~s para tener ,el con, · suelo de leerlos. Por acá anda eso callado y nada se oye,> (CES 2). En 1786~ predicando en Zaragoza, delata públicamente las ideas del profesor don Lo, renzo Normante (véanse las anotaciones al número 118 y las. página,s 271, 272). Años más tarde, como• nuestros intelectuales no daban marcha atrás a pesar del triunfo de la Revolución francesa, y fray Diego conoce los, sub– versivos proyectos pedagógicos de Cabarrús, propuestos a Godóy en 1795 (véase Iu.v¡o. P. VÉLEZ, Apología del Altar y del Trono, t~mo I, Madrid, 1817, página 49 y siguientes),. y ve que los dlustrados,,, protegidos po·r los poderes públicos, siguen adelante su obra demoledora, escribe páginas amargas, como las que leemos en el Sermón 'fúnebre de P. RuiZ, predicado en Jerez en 1797. Después de anunciar en élcastigos de Dios contra l~s qu~ no s~cun– dan, la palabra divina, increpa de esta suerte a los «ilustrados,, y a los po- , líticos: <<Y si esto habrá de sucederle al que no se aprovecha: de' la palabra de Dios que. se le predica, ¿ qué sucederá a los que o impiden ei ejercicio de la predicación o se oponen a que se predique con iibértad santa y evan– gélica? Tales son los políticos y ·estadistas de que abunda nuestro siglo. Elfos no quieren que se predique contra los pecados públicos ni contra los vicios ni desórdenes de los pue9los. Ellos motejan de diferentes modos a los predicadores quf> cumplen con esta parte de su apostólico ministerio'; Y ellos tienen, por criminal. la libertad, santa cbn que algunos se producen· cuando reprenden la un~yersal detestable relajación a que han llegado nuestras cos, , tµtribres. Aui;i esto es nada, po;que, llevados de su· reprensible modo de · pensar, juzga,n como a 1eos de Estado, como a sediciosos contra el Gobierno y como injuriosos a la Majestad del Soberano, a l~s que predican contra el desorden de los teatros, contra la mala administración de la justicia, contra la irreligiosa impiedad de los que hablan mal de la ,Silla Apostólica:, de los prelado; eclesiásticos, de los ministros y de las ,cosas de la santa Madre Iglesia. ,Si. un predica\ior habla contra los errores del presente siglo y contra la culpa de leei-, de conserv:ar· y aun de escribir papeles perjudiciales a la fe y a las buenas costumbres, luego es amenazado con. la desgracia y la in– dignación: del Soberano, y no rara vez acusado a éste como de perjudicial al reino con su predicación;.. Si reprende aquellos atroces cdmenei en que tal vez se hallan comprendidos los jueces~ los magistrad9s o ·los· que gobier– ~an, se maquinan luego contra él las querellas, las reclusiones y l'os destierros, como ,,. en nuestros días con alguna repetición lo habemos visto practicado. XXVII

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